Aunque se sabe que el estatus socioeconómico influye en la salud, todavía faltaban pruebas sólidas de la asociación entre la vulnerabilidad económica en la infancia y la salud en la edad adulta. Como parte de la iniciativa del Centro Nacional de Competencia en Investigación – NCCR LIVES, investigadores de la Universidad de Ginebra (UNIGE) examinaron datos de más de 24.000 personas de 50 a 96 de 14 países europeos. Los resultados, publicados en Age and Ageing, mostraron que las personas en desventaja socioeconómica en la niñez, tenían mayor riesgo de tener poca fuerza muscular a una edad más avanzada, un buen indicador de su estado general de salud. Además, este riesgo no se ve compensado por una mejora en su condición socioeconómica como adultos, lo que demuestra que los primeros años de vida son realmente críticos. Esto significaría que las desigualdades en la infancia están biológicamente destinadas a “meterse en nuestra piel”. El equipo de expertos, liderados por Boris Cheval y Stéphane Cullati, sugieren que esto se debe a que una desregulación fisiológica causada por el estrés crónico en la infancia, podría cambiar la capacidad de nuestro cuerpo para mantener una buena salud en los años siguientes.

Los científicos analizaron cerca de 100.000 datos de la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa, un estudio demográfico, llevado acabo a lo largo de 12 años por la Unión Europea, para estudiar el estado económico, social y de salud de las personas mayores. En total 24.179 voluntarios participaron del trabajo.

«Los resultados – explica Cheval en un comunicado – mostraron que las personas que enfrentaban circunstancias socioeconómicas deficientes en la infancia tienen, en promedio, menos fuerza muscular que aquellos que estaban mejor en sus primeros años. Incluso cuando se ajustaron para tener en cuenta los factores socioeconómicos y las conductas de salud (actividad física, tabaco, alcohol, nutrición) en la edad adulta, las asociaciones siguieron siendo muy significativas, especialmente entre las mujeres, que a menudo eran menos susceptibles de beneficiarse de la movilidad social”.

Por su parte, Cullati, concluye que existe un “creciente cuerpo de evidencia científica que indica que los factores sociales se manifiestan en el cuerpo, y muestra la necesidad de considerar a los individuos en todas las circunstancias de su vida. Además, nuestros resultados muestran una diferencia notable entre los países: los escandinavos, por ejemplo, generalmente gozan de mejor salud, independientemente de su nivel socioeconómico. También viven en los países más igualitarios en términos de acceso a la atención médica y la educación”.
Los investigadores continuarán su análisis para determinar cómo los sistemas socioeconómicos mitigan la correlación entre una infancia desfavorecida y la mala salud en la vejez e influyen en las trayectorias de la salud.

Juan Scaliter