Los colores brillantes generalmente se producen utilizando pigmentos que absorben ciertas longitudes de onda de la luz y reflejan otras, que nuestros ojos perciben como el color.
Sin embargo, para que veamos el blanco, todas las longitudes de onda de la luz deben reflejarse con la misma eficacia. La mayoría de los productos blancos disponibles comercialmente, como cremas solares, cosméticos y pinturas, incorporan partículas altamente refractivas (generalmente dióxido de titanio u óxido de zinc) para reflejar la luz de manera eficiente. Estos materiales, si bien se consideran seguros, no son totalmente sostenibles o biocompatibles.

Pero hay uno que sí lo es. Se trata del escarabajo Cyphochilus, originario del sudeste asiático. Este insecto produce su coloración ultra blanca no a través de pigmentos, sino explotando la geometría de una densa red de quitina, una molécula que también se encuentra en las conchas de los moluscos, los exoesqueletos de insectos y las paredes celulares de hongos.

Un grupo de científicos, liderados por Olimpia Onelli, han desarrollado un recubrimiento ultrafino, no tóxico, liviano y comestible que podría usarse para hacer pinturas y recubrimientos más brillantes y en las industrias cosmética, alimentaria o farmacéutica.
El material, 20 veces más blanco que el papel, está hecho de celulosa no tóxica y logra una blancura tan brillante imitando la estructura de las escamas ultradelgadas de estos escarabajos. Los resultados se han publicado en Advanced Materials.

“En términos estructurales, el color muy especial – explica Onelli en un comunicado –. Otros colores, por ejemplo los visibles en las alas de mariposa, tienen un patrón específico en su estructura que da como resultado un color vibrante, pero para producir blanco, la estructura debe ser lo más aleatoria posible”.

Al igual que las escamas de los escarabajos, las membranas de celulosa son extremadamente delgadas: solo unas pocas millonésimas de metro de espesor, pese a ello, los autores afirman que se podrían produciralgunas incluso más delgadas, optimizando el proceso de fabricación. Las membranas desarrolladas por el equipo de Onelli dispersan la luz de 20 a 30 veces más eficientemente que el papel, y se usarían para producir materiales blancos brillantes, sostenibles y biocompatibles.

Juan Scaliter