Durante más de diez siglos, los bajau o bayao, un grupo étnico del sudeste de Asia, ha sido conocido por viajar por los mares de la región en casas flotantes y por recoger alimentos buceando. Ahora asentados alrededor de las islas de Indonesia, son famosos en toda la región por sus extraordinarias habilidades para bucear. Los bayaos son capacesde sumergirse sin ningún tipo de ayuda hasta 70 metros de profundidad.

Ahora, por primera vez, un estudio, publicado en la revista Cell, ha hallado evidencia de que los humanos pueden adaptarse genéticamente al buceo. La evidencia sugiere que este grupo, tienen bazos genéticamente más grandes que les permiten sumergirse libremente a profundidades de decenas de metros.

Anteriormente se había planteado la hipótesis de que el bazo desempeña un papel importante al permitir a los humanos bucear durante periodos prolongados, pero la relación entre el tamaño del bazo y la capacidad de buceo nunca se ha examinado en humanos a nivel genético.

Los resultados del estudio, liderado por Melissa Ilardo,también podrían tener implicaciones médicas en relación con la condición conocida como hipoxia aguda, que puede causar complicaciones en la atención médica de emergencia.
Debido a que los bayao nunca bucean de manera competitiva, no se sabe exactamente cuánto tiempo pueden permanecer bajo el agua, pero uno de ellos le dijo a Ilardo que una vez había buceado durante 13 minutos consecutivos.

Ilardo sospechaba que los bayao podían tener bazos genéticamente adaptados como resultado de su estilo de vida de cazadores-recolectores marinos, al comparar estos órganos con los de otros mamíferos. “No hay mucha información sobre el bazo humano en términos de fisiología y genética – explica Ilardo –, pero sabemos que las focas de Weddell, tienen bazos desproporcionadamente grandes. Pensé que si la selección actuaba en las focas, potencialmente podría hacer lo mismo en los humanos”.

El bazo juega un papel central en la prolongación del tiempo de inmersión libre ya que forma parte de lo que se conoce como la respuesta de inmersión. Cuando el cuerpo humano se sumerge bajo agua fría, incluso durante breves períodos de tiempo, esta respuesta se desencadena como un método para ayudar al cuerpo a sobrevivir en un entorno privado de oxígeno. La frecuencia cardíaca se ralentiza, los vasos sanguíneos en las extremidades se reducen para preservar la sangre en busca de órganos vitales y el bazo se contrae.
Esta contracción del bazo crea un aumento de oxígeno expulsando glóbulos rojos oxigenados a la circulación y puede proporcionar hasta un 9% de aumento de oxígeno, lo que prolonga el tiempo de inmersión.

Para obtener pruebas para este estudio, Ilardo pasó varios meses en Jaya Bakti, Indonesia, tomando muestras genéticas y realizando ecografías del bazo tanto de los bayao como de sus vecinos en tierra, los saluan. Los resultados fueron secuenciados en la Universidad de Copenhague y mostraron claramente que los primeros tienen, en promerio, un bazo un 50% más grande. Esto se pudo observar tanto en aquellos que buceaban a menudo como quienes no.
Esta es la primera vez que una adaptación genética para el buceo ha sido identificada en humanos.

Juan Scaliter