Cuando los astronautas de las misiones Apollo regresaron de la Luna, el polvo adherido a los trajes espaciales provocó dolores de garganta y escozor en los ojos en los 12 hombres que pisaron suelo lunar. El polvo de nuestro satélite está hecho de partículas ásperas, abrasivas y desagradables, pero ¿cuán tóxico es para los humanos?

Esa es la pregunta que intenta responder la Agencia Espacial Europea (ESA) mediante un estudio.

“No sabemos cuán dañino puede ser – explica Kim Prisk, con más de 20 años de experiencia en el estudio de viajes espaciales, en un comunicado – . Todo se reduce a estimar el grado de riesgo involucrado. Se trata de partículas 50 veces más pequeñas que un cabello humano que puede permanecer por meses dentro de los pulmones. Cuanto más tiempo permanezcan allí, mayor es la posibilidad de efectos tóxicos”.

En la Tierra, las partículas finas son erosionadas por siglos de acción del viento y el agua, pero eso no ocurre con el polvo lunar, que exhibe aristas muy agudas. Por si esto fuera poco la radiación del Sol que hace que la tierra se cargue electrostáticamente. El polvo lunar tiene silicato, un material comúnmente encontrado en cuerpos planetarios con actividad volcánica. Los mineros en la Tierra sufren de pulmones inflamados y cicatrizados por la inhalación de silicato. En la Luna, el polvo es tan abrasivo que destruyó los sellos de vacío de los contenedores de muestras y carcomió la suela de las botas de los astronautas. Hasta ahora, los resultados obtenidos muestran que pueden destruir las células pulmonares y del cerebro después de una exposición a largo plazo.

Pero hay un lado positivo en el polvo lunar. “Se puede calentar para producir ladrillos que ofrezcan refugio a los astronautas – añade Aidan Cowley –. También se puede extraer oxígeno del suelo para mantener las misiones en la Luna”.

Juan Scaliter