El regreso del transbordador espacial Atlantis pone fin a una era emblemática en la carrera espacial que comenzó el 12 de abril de 1981. Veinte años después del primer vuelo al espacio, realizado por Yuri Gagarin, se puso en marcha la misión  STS-1, consistente en lanzar al espacio el transbordador Columbia, que orbitó alrededor de la Tierra 36 veces durante 54 horas y media. Se trataba de la primera misión tripulada de la NASA desde 1975, y el equipo estaba formado por los astronautas John Young y Robert Crippen.

Desde entonces, han sido cinco los transbordadores utilizados en sus misiones por la agencia espacial estadounidense (además del Columbia, los otros cuatro respondían a los nombres de Challenger, Endevour, Discovery y Atlantis). Se trataba del primer modelo de nave espacial reutilizable diseñado por la humanidad, ya que estaba capacitada para regresar a la Tierra y aterrizar casi como si de un planeador se tratase.

Los transbordadores, han participado en misiones de lanzamiento y recuperación de satélites, han servido como laboratorios para diversos experimentos realizados en el espacio, y han participado también en la construcción de la ISS (la Estación espacial Internacional). Entre los cinco han realizado más de 130 vuelos, han llevado a 350 personas al espacio y han recorrido más de 800 miles de millones de kilómetros, de sobra para llegar hasta Júpiter.

Pero, ¿cómo es el diseño de un transbordador?

Basicamente, es una nave que consta de tres partes principales: la cabina, que aloja a la tripulación, un gran Depósito Exterior, lleno del combustible para los motores principales y dos cohetes sólidos propulsores (Solid Rocket Boosters), que son los principales encargados de elevar el transbordador durante los dos primeros minutos de vuelo. Todos sus componentes son reutilizables, salvo el depósito externo, que se quema en la atmósfera tras cada lanzamiento.

La longitud media de una de estas naves es de 56 metros. De los cuales, 37,18 son de la cabina. Sobre la pista alcanza una altura de 17,37 metros y, en el momento del despegue (dependiendo de la carga que lleve) su peso puede rondar las 2.070 toneladas.

¿Qué será de los transbordadores ahora que han sido jubilados?

 Pues, el Endeavour que regresó a Tierra tras su última misión el pasado 1 de junio, encontrará su retiro en el California Science Center de Los Angeles, donde quedará en exposición permanente. El Atlantis, por su parte, «reposará» en el Centro de Visitantes (Visitor Complex) del Kennedy Space Center de Florida. El Discovery irá al National Air and Space Museum Steven F. Udvar-Hazy Center de Chantilly, Va., propiedad del Smithsonian. Y el Enterprise permanecerá en el Intrepid Sea, Air and Space Museum de Nueva York.

Y, sobre todo, tendrán para siempre un lugar en el corazón y la memoria de todos los que se han sentido fascinados por la carrera espacial.

A continuación, os invitamos a repasar algunos de los momentos más memorables en la historia de los transbordadores espaciales.

El primer jubilado

El transbordador Atlantis realizó su primer vuelo en 1985, y fue el primero de toda la gama en ser retirado del servicio, lo cual ocurrió en 2006. En ese tiempo completó con éxito treinta y dos misiones, entre las que se encontraban los siete primeros vuelos directos realziados a la estación espacial rusa MIR. En la foto lo vemos en agosto de 1991, cuando estaba a punto de iniciarse el lanzamiento de la misión STS 43, durante la cual puso en órbita un satélite de telecomunicaciones llamado TDRS-E.

Alianza ruso-americana

En sus inicios, la carrera esacial estuvo marcada por la rivalidad entre la URSS y los EE UU. En plena guerra fría, ambas superpotencias concibieron el espacio como un campo de batalla incruento en el que cada una podía demostrar sus superioridad. La primera batalla la ganaron los rusos al poner al primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin, pero la contienda finalmente se saldó con el triunfo americano con la llegada de estos a la Luna. Afortunadamente, aquella rivalidad inicial dió con el paso de los años inicio a una colaboración fructífera. Aquí vemos al Atlantis en junio de 1995 acoplándose a la estación espacial rusa MIR, en una de las muchas misiones conjuntas realizadas por ambas naciones.

Los primeros mártires del espacio

Pero la historia de los transbordadores espaciales también está jalonada por momentos realmente trágicos. El primero de ellos sucedió el 28 de enero de 1986, cuando el Challenger estalló 78 segundos después de haber despegado. Aquella fue una misión que parecía condenada al fracaso desde el primer momento, ya que el lanzamiento se había retrasado en varias ocasiones. incluso, aquel fatídico día estuvo a punto de suspenderse una vez más, debido a que las bajas temperaturas habían formado placas de hielo en algunas partes de la nave. ¿Pero por qué se produjo la explosión? Las investigaciones posteriores concluyeron que los aros de goma que debían haber sellado la junta entre los segmentos del cohete impulsor, habían fallado. Pero, más allá de los detalles técnicos, la gran tragedia la supuso la muerte de los siete tripulantes del transbordador. En los funerales, el presidente Ronald Reagan pronunció un emotivo discurso en el que llegó a  decir. «El hombre debe perseverar en la conquista del espacio. Hacerlo, será la mejor manera de honrar la memoria de los siete héroes del Challenger».

Un paseante espacial

En el transcurso del cuarto vuelo del Challenger (en febrero de 1984), el astronauta Bruce McCandless realizó un solitario paseo espacial… el primero de la historia. Equipado con un sistema de propulsión por nitrógeno, Bruce se desplazó a una distancia de casi 100 metros de la nave. Años después, en una entrevista, el héroe espacial recordaba como se sintió en aquel momento trascendental, tan solo y diminuto frente a la inmensidad del cosmos: «No tuve tiempo de sentir pánico En realidad me sentí cómodo y disfruté de esa experiencia. Tuve el honor de realizarla cuando llevaba ya dieciséis años trabajando en el MMU, que es el vehículo propulsor, y en distintos simuladores. Acumulé mucho entrenamiento previo, incluso más del necesario. Y lo mejor de todo fue que ese momento quedó inmortalizado y pude regresar con fotos para el álbum de casa», recordaba McCandless con evidente orgullo.

Un despegue perfecto

El Columbia despega de la pista del centro Kennedy en enero de 1990, a lomos de un Boeing 747 de la Nasa, del que posteriormente se separaría para iniciar su vuelo en solitario. En esta ocasión, el transbordador participaba en la misión bautizada como SYNCOM IV-F5, cuyo objetivo era colocar en órbita un satélite de defensa que sirviera para las comunicaciones entre los navíos y los aviones del ejército USA. La misión fue un éxito pero también las más largaa realizada por un transbordador hasta la fecha, ya que se prolongó a lo largo de diez días.

Otro día trágico

El 1 de febrero de 2006 fue otra jornada dramática en la historia de la investigación espacial. El Columbia estalló durante su viaje de regreso al penetrar en la atmósfera terreste. ¿La causa? En el momento del despegue, el transbordador recibió un impacto en la parte inferior del ala izquierda, provocando que se desprendiera una de las placas aislantes de uno de los tanques externos de combustible. Nadie de la tripulación ni del personal de tierra se percató de aquel suceso, y la misión prosiguió por tanto como si no hubiera ocurrido nada. Los problemas surgieron en el regreso. Las secuelas de aquel impacto provocaron que durante la misión se desprendieran varias losetas de aislamiento térmico; por eso, al reentrar en la atmósfera, las elevadas temperaturas afectaron a la estructura de la nave provocando que ésta se desintegra en pleno vuelo, matando a sus siete tripulantes.

Merchandising espacial

En noviembre de 1984, el Discovery realizó su segundo vuelo. La misión consistía en colocar en órbita dos satélites de comunicaciones, y recuperar a su vez otros dos que estaban averiados. La tarea se realizó con éxito y sin ningún tipo de complicaciones. El ambiente entre los miembros de la tripulación fue tan bueno que incluso uno de los astronautas, Dale A. Gardner, se permitió el lujo de bromear tras haber recuperado el último satélite, mostrando a la cámara de su compañero un cartel que decía: «Se vende». Pero no fue ese el único momento memorable de aquella expedición. El aterrizaje del transbordador fue filmado y proyectado posteriormente en cines en formato IMAX. Era la primera vez que se ofrecía un espectáculo similar.

La era del Hubble

Una de las misiones más importantes realizada por los transbordadores espaciales, concretamente por el Discovery, fue poner en órbita el primer telescopio espacial, llamado Hubble (bautizado así en honor al astrónomo Edwin Hubble). La aventura comenzó el 24 de abril de 1990 y duró cinco días. Curiosamente, un fallo en el pulido de su cristal principal y del que nadie se había percatada, hizo que el telescopio al principio fuera, por decirlo de una manea familiar, miope. Aunque posteriormente, ese defecto fue corregido y el telescopio ha prestado un servicio inmejorable a la astronomía.

Tres forzudos

El transbordador Endevour tuvo su bautismo de fuego (o sea, su primera misión) en mayo de 1992. El objetivo era recuperar un satélite llamado Intelsat VI, para situarlo en una nueva órbita. En la imagen vemos a tres de los astronautas, Richard J. Hieb, Thomas D. Akers y Pierre J. Thuo, sujetando al ingenio espacial que pesaba nada menos que cinco toneladas, aunque por efectos de la gravedad, a ellos les resultaba mucho más ligero de mover. El momento es histórico también por otro detalle, ya que se trataba de la primera ocasión en la que tres tripulantes trabajaban juntos fuera de la nave al mismo tiempo.