Cuando los dinosaurios del género Apatosaurus sacudían su cola, rompían con ella la barrera del sonido. Así lo cree el físico e inventor Nathan Myhrvold, CEO de la empresa Intelectual Ventures. En 1990 leyó un libro sobre locomoción de dinosaurios en el que se proponía que algunos podían haber utilizado el sonido de su imponente cola. Desde entonces, no ha cesado de intentar comprobarlo. Primero, con modelos teóricos que le llevaron a proponer en 1997 que Apatosaurus louisiae emitía con ella un chasquido supersónico. Ahora, quizá para despejar los recelos de algunos científicos, con una réplica de la extremidad de esos herbívoros gigantes que podían alcanzar las 35 toneladas. En su construcción ha utilizado aluminio, acero inoxidable, neopreno y Teflón. Con ellos ha elaborado una ristra de vértebras a las que ha añadido un peso destinado a simular el de los tejidos blandos.

Aunque se ha quedado en un tamaño más pequeño que el de los dinos reales, ha conseguido que la punta se mueva a 360 metros por segundo, 20 más que la velocidad del sonido al nivel del mar. Myhrvold y sus colaboradores consideran que esa capacidad pudo suponer una baza importante a la hora de asustar enemigos, comunicarse con semejantes, medirse con rivales y cortejar parejas.
De momento, el equipo ha presentado sus resultados en la última Conferencia de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados norteamericana en Dallas, pero tiene intención de seguir perfeccionando el modelo para poder publicar sus conclusiones con una “cola” aún más fiel a las condiciones de la naturaleza.

No en vano, siguen encontrando críticas, como que las vértebras del modelo no están tan unidas como las reales, y que ese tipo de sacudida habría reventado el extremo de la cola de un animal. Será necesario más aluminio, más acero y más estudio e imaginación hasta que se demuestre si realmente el bosque jurásico se paralizaba de un chasquido.

Largos por delante y por detrás

Los Apatosaurus vivieron a finales del Jurásico (hace unos 150 millones de años), y se caracterizaban por la longitud del cuello y la cola.

Un cuarto de la real

Los 20 kilos y 3,6 m del modelo solo suponen el 25% de lo que medirían las de verdad. Pero ya dan una idea del estruendo que creaban.

A medida

Los 82 huesos de la réplica se han fabricado a escala, tanto en sus medidas como en los ángulos de unión entre las vértebras.

El gran latigazo

La base descansa sobre un trípode. Dos mangos sirven para accionar el movimiento ondulante.

Otros tenían armas letales

Los anquilosáuridos, por su parte, sí tenían sin duda una auténtica arma en su extremidad posterior: una protuberancia doble a modo de maza unida a una robustísima cola. La cuestión aquí es qué fue primero: ¿la protuberancia o la robustez? Victoria Arbour los ha comparado y ha visto que los primeros representantes de su grupo (hace más de 145 millones de años) pudieron tener un apéndice flexible, pero las formas de principios del Cretácico (primer dibujo) ya lo presentan rígido, con las vértebras fijas, y a finales  de este período –hace 66 millones de años– la cola ha incorporado su maza (dibujo inferior).