Doce años atrás, en 1994, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) proclamó el 5 de octubre como Día Mundial de los Docentes. Este año el lema es «Valoremos al docente, mejoremos su situación profesional». Con esto en mente, vale la pena recordar la tarea como maestros, de algunos de los grandes científicos de la historia.

«Lo único que interfiere con mi aprendizaje es mi educación», sostenía Albert Einstein, algo que podía no hablar muy bien del sistema educativo. Sin embargo sí daba claves para reconocer a los grandes maestros: «El arte supremo del maestro consiste en despertar el goce de la expresión creativa y del conocimiento».

Muchos grandes científicos, James Clarck Maxwell, Michael Faraday y hasta el propio Charles Darwin, tenían un puesto en la universidad pero no tenían la obligación de enseñar. Einstein era uno de ellos, pero él sí se presentaba en clase de tanto en tanto e impartía seminarios en Princeton.

Llamando al maestro

Aunque ya no se le considera el inventor del teléfono, sí es reconocido como un importante inventor, científico y logopeda. De ahí nace su interés en investigar sobre los problemas de la comunicación y los trastornos del habla. De hecho conoció a su mujer, Mabel Hubbard, mientras era profesor en la Escuela para Sordomudos de Boston. Tanto ella como la madre de Bell eran sordas.

El arte de la química

Louis Pasteur fue uno de los más improtantes químicos de la historia. Pero no siempre le intersó este tema. A los 20 años obtuvo un puesto como maestro en la Escuela Real de Besanzón, cerca de Suiza y dos años después llego a profesor de Física en el Liceo de Dijon, pero inicialmente su vocación era otra: quería ser profesor de arte.
 

La docencia en los genes

Gregor Mendel, considerado como uno de los padres de la genética, pasó gran parte de su vida enseñando. Aunque para ello debió ser muy perseverante. A los 28 años se examinó para convertirse en profesor de instituto. Y no lo consiguió. Dedicó cerca de tres años a formarse en la Universidad de Viena en química biología y física y se presentó como maestro en una escuela de Brno, República Checa, donde enseñó durante 16 años.

Jugar con la química

Hijo de un maestro, a los 21 años obtuvo un puesto como profesor de ciencias en Crimea y luego en San Petesburgo. Conocido por concebir la tabla periódica, esta nació como una forma de explicarle a sus alumnos las propiedades de los elementos químicos.

La vida por la ciencia

Ser docente no solo tiene que ver con la actividad en clase, también con un compromiso con la libertad para aprender y enseñar. Isaac Newton, profesor de la Universidad de Cambridge, se enfrentó al rey de Inglaterra, Jacobo II, que quería transformar Cambridge en una universidad católica.

Maestro español

Premio Nobel de Medicina en 1959, Severo Ochoa dedicó parte de su tiempo, con solo 26 años, a la docencia como profesor ayudante de Juan Negrín, docente, investigador y presidente de la República entre 1937 y 1939.

Una mujer brillante

Cuando Marie Curie tenía 30 años y nació su hija Irene, comenzó a dar clases en la Escuela Normal Superior de París. Pese a que por su nombre puede parcer poco más que un instituto se trata de uno de los centros educativos más importantes de Francia. De allí salieron 13 premios Nobel y 11 ganadores de la medalla Fields (más que ninguna universidad del mundo). En 1900 se convirtió en la primera mujer en obtener un puesto permanente allí. Algo que repetiría como pionera en la Universidad de París.

Una mente maravillosa

Santiago Ramón y Cajal fue uno de los fundadores de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), una institución concebida para promover la educación científica.  De su tarea nació el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC.

A los 30 años obtuvo la cátedra de Anatomía Descriptiva de la Facultad de Medicina de Valencia y dos años más tarde fue el responsable de enseñar histiología en la Universidad de Barcelona.