Un equipo de investigadores ha desarrollado una planta de tomate con los frutos en forma de racimo, lo que la hace ideal para espacios pequeños como huertos urbanos en apartamentos, o el espacio exterior

Los científicos del laboratorio de Cold Spring Harbour han conseguido una planta de tomate muy especial. En la planta del tomate los frutos crecen espaciados a lo largo de los tallos. En esta variedad, los genes que controlan la longitud del tallo hacen que sean más cortos, con lo que los tomates, del tamaño de los cherry, crecen agrupados como racimos de uvas. Esto se ha conseguido sin alterar el tiempo de maduración, con lo que también tienen buen sabor.

Cultivar tomates en plantas más compactas los hace especialmente interesantes, ya que requieren menos tierra, menos agua, y pueden ocupar cualquier espacio, como por ejemplo los huertos urbanos en los tejados de los edificios o terrazas de apartamentos, o incluso en el interior de una nave espacial.

Esta planta se ha conseguido con una tecnología llamada edición génica, que no debe confundirse con la modificación genética. Los alimentos genéticamente modificados son controvertidos, y también se han quedado antiguos. La diferencia es muy importante.

Con las técnicas de modificación genética se añaden genes de otros organismos a una planta para que exprese determinadas características. En cambio, la tecnología CRISPR permite la edición génica, es decir, hacer ajustes a los genes de la propia planta para activar o desactivar las características que interesan. Las plantas resultantes son indistinguibles de producidas por injertos o hibridación.

Los cultivos que usan menos recursos serán cruciales en un mundo dominado por el cambio climático, y en el que la producción individual de comida cada vez tiene más importancia.