Las grandes erupciones volcánicas han afectado al clima de la Tierra a lo largo de toda su historia, en algunas ocasiones generando severos inviernos. Son los llamados inviernos volcánicos.
(La foto superior fue tomada el 12 de junio de 2009, desde la la Estación Espacial Internacional. Captaron la erupción del volcán Sarychev en las Islas Kuriles, al noreste de Japón).
“Extendió Moisés su mano al cielo, y por tres días una densa oscuridad cubrió la tierra de Egipto”. La frase está escrita en la Biblia, en el libro del Éxodo. Papiros egipcios recogen también esa densa oscuridad que se prolongó durante días. Hay relatos sumerios, griegos, incluso Mayas que hablan de noches que no cesan acompañadas de una inexplicada lluvia de cenizas.
Durante muchos siglos, estos fenómenos se atribuyeron principalmente a la caída de grandes meteoritos. Hasta que Benjamin Franklin vivió en Francia, donde ocupaba el puesto de embajador de EE.UU, el momento en que el volcán islandés Laki (Lakagigar) hizo crujir la Tierra en el año 1783. Franklin fue el primero que encontró relación entre la inusual niebla que cubrió Francia y la reducción de la radiación solar, con la erupción del volcán islandés.
El caos que sembró el Krakatoa
La primera conexión científica entre erupciones volcánicas y variaciones en el clima de la tierra la estableció un estudio ya clásico, el de la Comisión Krakatoa, que estudio los efectos de la erupción del volcán en 1883. Con un cierto aire poético, el informe de la comisión describía así los efectos observados a consecuencia de la erupción del volcán: “atenuación y desenfoque de los objetos celestes, color azul o verde inusual del Sol y la Luna, amaneceres y atardeceres realzados con resplandores de color lavanda que aparecen por encima del horizonte, anillos solares (un halo completo alrededor del Sol) y también eclipses lunares muy oscuros».
Desde 1970 con el estudio de H. H. Lamb hasta nuestros días han sido numerosos los trabajos de investigación que relacionan las grandes erupciones volcánicas con bajadas de temperatura a nivel global en la Tierra y otras cambios de clima drásticos.
La erupción primitiva que pudo acabar con nuestra especie
Hace entre entre 71.000 y 73.000 años se produjo un invierno volcánico tras una supererupción en el lago Toba, en la isla indonesia de Sumatra. Los seis años subsiguientes se concentró en la atmósfera la mayor cantidad de azufre volcánico en 110.000 años, causando, probablemente, una deforestación significativa en el sudeste asiático y enfriando la temperatura global de la Tierra en 1 °C.
Hace 70.000 años el clima extremo pudo reducir nuestra población a un número tan pequeño de individuos que estuvimos al borde de la extinción.
Algunos científicos barajan la hipótesis de que esta erupción disparó un clima glacial, acelerando la glaciación continental que se estaba produciendo, y causó una reducción masiva de numerosas especies, también de los primeros Homo sapiens. Hace 70.000 años el clima extremo pudo reducir nuestra población a un número tan pequeño de individuos que estuvimos al borde de la extinción.
El volcán tras la caída del imperio de Teotihuacán
Hay registros de fenómenos meteorológicos extremos ocurridos entre los años 535 y 536. Un artículo publicado en Nature Geoscience en 2016 introdujo y describió el concepto de LALIA, la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía (Late Antique Little Ice Age, LALIA).
“ Había una señal en el sol como nunca antes se había visto y registrado… El sol se oscureció y su oscuridad duró dieciocho meses. Todos los días brillaba durante unas cuatro horas, y aún así esta luz era solo una débil sombra«
Miguel el sirio, cronista medieval
Entonces se produjo el enfriamiento de la atmósfera más grave y prolongado a corto plazo en el hemisferio norte en los últimos 2000 años. Se piensa que este suceso puede haber sido causado por un extenso velo de polvo atmosférico, posiblemente como resultado de una gran erupción volcánica en los trópicos (o el impacto de un gigantesco meteorito). Sus efectos, con el cambio del clima, produjo malas cosechas y, consecuentemente, hambrunas en todo el mundo. Algunos autores relacionan la caída de la enorme ciudad de Teotihuacán, en Mesoamérica, ahora México, con las sequías relacionadas con el cambio climático, con signos de disturbios civiles y hambrunas.
La erupción del volcán Tambora en Indonesia que dejó el mundo sin verano
La erupción de 1815 del Tambora, un estratovolcán en Indonesia, ocasionó heladas en pleno verano en el estado de Nueva York y nieve en Nueva Inglaterra, en lo que se conoció como el Año sin verano de 1816.l
Las graves anomalías en el clima global que causaron una disminución en la temperatura mundial de entre 0,4–0,7 °C, lo que resultó en una grave escasez de alimentos en el hemisferio norte.
La evidencia científica sugiere que la anomalía fue causada por la combinación de una histórica caída en la actividad solar con un invierno volcánico provocado por una serie de importantes erupciones volcánicas como la del volcán Mayon en Filipinas en 1814 y coronadas por la erupción del monte Tambora en abril de 1815, en las Indias Orientales Neerlandesas (hoy Indonesia), la erupción más grande conocida en 1.300 años. Los eventos sucedieron además durante la década final de la Pequeña Edad de Hielo, un enfriamiento previo que venía produciéndose periódicamente desde mediados del siglo XIV, en torno a 1350.
El historiador John D. Post bautizó este suceso como «la última gran «crisis de supervivencia» del mundo occidental»
El invierno que dio vida a Frankesntein
En 1883, la explosión de Krakatoa también creó un condiciones similares a la de un invierno volcánico. Los cuatro años siguientes a la explosión fueron inusualmente fríos, y el invierno de 1888 fue la primera vez que nevó en esa parte del mundo. La explosión, 100 veces más grande que la del Monte Santa Helena, cubrió con su manto todo el mundo.
Ese año, varios intelectuales reunidos la Villa Diodati, una mansión cerca de Ginebra, aburridos y hastiados por el mal tiempo y la lluvia incesante que les impedían salir de la mansión, idearon entretenerse contándose historias de terror. Dos de esos relatos son Frankenstein y El vampiro, que serviría de inspiración a Bram Stoker para Drácula.
El último bramido de un volcán, el Pinatubo
Más recientemente, en 1991 la explosión del Monte Pinatubo, otro estratovolcán en las Filipinas, provocó una bajada de las temperaturas globales durante 2 o 3 años. La gran cantidad de partículas liberadas a la atmósfera frenó la radiación solar y enfrió temporalmente el planeta. Además, el nivel del mar descendió.
Entre los “volcanes” que más preocupan a los científicos está una enorme cámara de lava volcánica, un río de magma responsable de los géiseres y aguas termales de Yellowstone.
¿Podríamos volver a vivir una erupción volcánica de esta magnitud?
Los expertos calculan que las supererupciones con masas eruptivas totales de al menos 1015 kg (la de Toba fue de 6.9 × 1015 kg) ocurren, de media, cada millón de años. Así que al menos probabilísticamente estamos lejos de que ocurran.
Entre los “volcanes” que más preocupan a los científicos está una enorme cámara de lava volcánica, un río de magma responsable de los géiseres y aguas termales de Yellowstone. Para los científicos de la NASA, esta es a día de hoy una de las más preocupantes amenazas naturales para la civilización humana.