Aunque los tsunamis son las olas más conocidas, el viento y la tierra moldean algunas de las olas más altas y peligrosas en las costas de todo el mundo
En febrero de 2020 la brasileña Maya Gabeira surfeó una ola de 22 metros de altura frente a la costa de Nazaré, Portugal, al norte de Lisboa. Fue la mayor ola registrada de la temporada de ese año, y la primera vez que una mujer surfea la mayor ola del año.
¿Quién no ha tenido la experiencia de verse vapuleado por una ola en la playa durante la infancia? Las olas son fascinantes a la vez que imponen un gran respeto, porque estamos enfrentándonos mano a mano con una de las fuerzas más poderosas del planeta.
La causa normal de las olas es el viento, que arrastra el agua de la superficie, como cuando soplamos en una taza de café para enfriarlo. Esta perturbación crea la cresta de una ola, que se mueve en la dirección del viento.
Las olas no se limitan a estar en la superficie del océano. Su energía se extiende muy por debajo de la superficie, a veces hasta 150 metros de profundidad. Cuando las olas se adentran en aguas menos profundas cerca de la costa, empiezan a «sentir» el fondo del océano. El agua cerca del fondo se frena y se mueve más lentamente que la de la superficie, con lo que se empieza a “amontonar”. Así las olas se acercan unas a otras y se hacen más altas.
Las olas más peligrosas son las causadas por las tormentas y huracanes. Los fuertes vientos generan una serie de olas largas y altas que se forman en las aguas más profundas y se intensifican a medida que se acercan a tierra y pueden alcanzar los diez metros de altura. Aunque sea poco intuitivo, el agua no se desplaza en forma de olas. Lo que se mueve en realidad es la energía de la ola, que si no encuentra obstáculos, puede viajar a través de toda una cuenca oceánica.
Mucho menos frecuentes, pero mucho más peligrosas, son las olas causadas por perturbaciones submarinas que desplazan grandes cantidades de agua rápidamente, como terremotos, deslizamientos de tierra o erupciones volcánicas. Estas inmensas olas son los tsunamis.
En 1958, un terremoto seguido de un desprendimiento de tierras en la bahía de Lituya, en Alaska, generó una ola de 30 metros de altura, el mayor tsunami jamás documentado. Cuando la ola llegó a la orilla, rompió árboles que se encontraban a 600 metros de la costa. Se registraron cinco muertes, pero los daños materiales fueron mínimos porque había pocas ciudades o pueblos cercanos.
La atracción gravitatoria del sol y la luna sobre la tierra también provoca olas, mucho más grandes y lentas, a las que conocemos con el nombre de mareas. Luego están las “olas rebeldes” (rogue waves) que hasta 1995 se consideraban un mito. Ese año una plataforma noruega detectó una de estas olas de 25 metros. La explicación más sencilla para estos monstruos es que dos o más olas se encuentran y se alinean de tal manera que sus crestas se combinan en una mucho más grande.
Millones de surferos de todo el mundo que buscan un desafío cada vez mayor, allí donde el fondo marino tiene una topografía especial que da lugar a las olas más altas. Estos son algunos de los lugares en el mundo con las mejores olas.
Banzai Pipeline
El Banzai Pipeline, situado en la costa norte de Oahu, Hawaii, es un famoso punto de surf para los lugareños y los viajeros que buscan aventuras. En invierno, las enormes olas del Pacífico chocan contra un arrecife afilado y poco profundo, creando algunas de las olas más altas (y mortíferas) del mundo.
Praia do Norte, Portugal
Foto: Luis Ascenso
La Praia do Norte en Nazaré, Portugal, es visitada constantemente por olas del tamaño de un rascacielos. Aquí Garrett McNamara batió el récord mundial de la más grande jamás surfeada: 23 metros de altura.
Puerto Escondido, México
Foto: Bryce Bradford
La mayor parte del tiempo, Playa Zicatela en Puerto Escondido es sólo un típico sitio de playa con tumbonas y chiringuitos. Sin embargo, cuando llegan las olas, este lugar se convierte en el “Mexican Pipeline”, con olas inmensas que forman los ansiados barriles en los que los surferos se introducen al romper.
Shipstern Bluff, Australia
Tasmania es uno de los pocos rincones del mundo que aún tienen mucho de salvaje, especialmente este trozo de su costa en el lado sur de la península. Aquí las enormes marejadas del Pacífico rompen contra un saliente de granito sumergido. El agua está helada y hay muchos tiburones, así que el lugar es solo para los más valientes.
Hout Bay, Sudáfrica
Foto: CharlesFred
Las “mazmorras” de Hout Bay son amenazantes en más de un sentido. Situadas cerca de Ciudad del Cabo, aquí se forman enormes y gélidas olas que rompen sobre rocas cerca de la Isla de las Focas, que resulta ser la zona favorita para comer de los grandes tiburones blancos. La bahía está considerada una de las masas de agua más infestadas de tiburones del planeta.
Mavericks, California
En Estados Unidos también hay olas gigantescas, y no en vano la cultura surfera surgida en los años 50 se formó en la costa de California. Mavericks está en bahía de Half Moon, y por lo general hay olas de unos 6 metros, aunque algunos rompientes pueden alcanzar los 30 metros.
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