La ropa que vistes puede ser más sostenible gracias a iniciativas como la que está coordinando Michelin a nivel europeo. El proyecto se llama WhiteCycle, cuenta con apoyo de la UE y en él participan centros de investigación y universidades.

Cuando en 1941 los científicos británicos Whinfield y Dickson crearon polietileno tereftalato (PET) no imaginaban que estaban cambiando la historia del siglo XX. Bolsas de plástico, tuberías, contenedores, productos textiles hechos con este nuevo polímero aceleraron la industrialización de la sociedad. Pero Whinfield y Dickson desconocían también que estaban abriendo la puerta a uno de los compuestos más dañinos que existen para el medio ambiente.

Ahora, un proyecto apoyado por la Unión Europea, WhiteCycle, coordinado por Michelin y financiado por Horizon Europe, quiere neutralizar el factor perverso de los PET. El objetivo de Michelin a través de WhiteCycle es lograr que se recicle al 100% el polietileno tereftalato empleado en la industria textil y volverlo a utilizar en otros procesos productivos. Los ecólogos lo llaman economía circular. El resto de los mortales, esperanza en un mundo mejor.

«Los PET son muy difíciles de descomponer. Dentro de decenas de años seguirá habiendo restos en el medio ambiente, en el agua, en los alimentos que ingerimos…», dice Isidoro Barba, profesor e investigador de Química Orgánica en la Universidad de Alicante. «Su degradación natural es muy lenta y eso plantea grandes problemas medioambientales y de salud».

Reciclaje sin fin

El polietileno tereftalato se obtiene del petróleo. Al transformarlo después de cada uso en materia prima nuevamente, como busca Michelin, se reduce nuestra dependencia de los combustibles fósiles.

Hasta ahora, gran parte del esfuerzo se ha centrado en reciclar botellas y envases de plástico en tejidos para tapicerías, moda o revestimientos textiles. Pero, ¿qué pasa con los materiales de esos objetos una vez que han agotado su vida útil? ¿Está la industria preparada para reciclarlos y reutilizarlos nuevamente después de estar convertidos en asientos o bañadores? «Estancarse en la primera etapa y desentenderse de lo que pasa con los PET tras su segunda vida es dilatar la solución a una contaminación anunciada», dice el químico orgánico Isidoro Barba.

Recientemente, varias marcas de moda presumen de la fabricación de ropa sostenible partiendo de PET de envases. Cazadoras, plumíferos, pantalones, zapatos y deportivas declaran con orgullo su bienintencionada estrategia, a veces traduciéndola a número de botellas empleadas en cada uno de los artículos vendidos. Una vez que la prenda es adquirida desaparece el control y aumenta el riesgo de que termine incinerada en un vertedero. Todo el esfuerzo realizado hasta ese momento se diluye.

Es ahí donde Michelin va a intervenir desarrollando y promoviendo, junto con las compañías presentes también en la aventura WhiteCycle, canales para que el reciclado del producto sea continuo y sostenible. La marca de neumáticos cuenta con el apoyo de la Unión Europea a través de un programa de ayuda a la investigación e innovación que empieza ahora y se extenderá hasta 2027. Como aliado en los propósitos de Michelin está que la fabricación de hilo de PET reciclado es un proceso ya con pocos secretos.

Su obtención es relativamente sencilla. Una trituradora convierte los fragmentos de plástico en copos. Esos fragmentos se funden y con el material derretido se forman pellets que se transforman en filamentos (hilo) con la ayuda de una extrusora.

Con hilo de PET reciclado se pueden volver a fabricar una y otra vez productos iguales a los originales u otros nuevos como neumáticos, material quirúrgico, ropa o biberones. O sea, cero dependencia del petróleo. El propósito de Michelin con WhiteCycle es reciclar en 2030 más de 2 millones de toneladas de PET anuales y evitar que más de 1,8 millones de toneladas se depositen en vertederos o se incineren cada año.

El PET, ¿es un producto textil o es plástico?

El polietileno tereftalato (PET) surgió por la necesidad de encontrar un rival al nylon que los laboratorios Dupont llevaban produciendo desde los años 30 del siglo pasado. La difícil situación que Europa vivía entre las dos guerras mundiales empujó a buscar una alternativa al algodón egipcio del que tanto dependía. John Rex Whinfield y James Tennant Dickson, trabajadores entonces en la empresa textil británica Calico Printer’s Association, en Manchester, lograron crear un nuevo polímero similar a una fibra. Patentaron su invento en julio de 1941 bajo el nombre de «Polyethylene Terephthalate, PET» (Tereftalato de Polietileno), pero debido a restricciones de secreto en tiempos de guerra no se hizo público hasta 1946.

Comenzó ahí la andadura de un compuesto que adquirió un enorme auge a partir de 1976 por su utilización en envases, pero sus orígenes y su presente está ligado a la industria textil, a la ropa que todos utilizamos. Camisetas, pantalones, vestidos o zapatos tienen PET entre sus componentes. Es rara la etiqueta de una prenda de vestir que no lleva la palabra poliéster, grupo al que pertenecen los PET, en su composición. ¿Es PET reciclado y sostenible? Debería serlo y lo será acorde a la iniciativa de Michelin.

ropa_sostenible_poliéster

Algo más que una declaración de intenciones

La industria de la moda es la segunda más contaminante del planeta. Incluir el logo de fabricado con plásticos reciclables y desentenderse no es suficiente para solucionar el problema. El factor de emisión por kilogramo de PET es de 2,538 kg de CO2, diez veces más que lo que emite un todo terreno de gran tamaño por kilómetro. Hay que dar un paso más allá, como plantea Michelin, y abandonar el PET virgen en favor del reciclado.

El consorcio WhiteCycle, en el que además de Michelin están otras dieciséis instituciones, centros de investigación y empresas, se ha propuesto que el nuevo acrónimo rPET (PET reciclado) esté cada vez más presente en nuestras vidas. «El PET necesita 450 años para biodegradarse de forma natural, pero hay procedimientos químicos capaces de acelerar el proceso hasta dejarlo en unas horas», explica el investigador de la Universidad de Alicante Isidoro Barba. «Dándole una nueva vida a estos polímeros se reducen las emisiones de CO2 en un 75% y se minimizan los plásticos en las incineradoras», añade. Pero también, se evita que acaben en nuestro estómago. Y eso es algo que Michelin está dispuesta a conseguir.