En el Parque Nacional de Doñana, los científicos de la Estación Biológica libran la última batalla contra el cambio climático y la acción humana que desecan este tesoro natural

Los primeros humanos llegaron a Europa desde África hace unos 45.000 años. Hemos dejado nuestra huella y casi no quedan espacios naturales que no hayan sido alterados por la acción humana. Pero en España hay un lugar protegido entre la tierra y el mar donde podemos todavía estudiar la vida en su estado natural. Bienvenidos a la Estación Biológica de Doñana.

«Es una zona de paso, de paso migratorio, es una zona de invernada y una zona que tiene mucha diversidad de hábitats, con lo que hay una comunidad de fauna muy diversa”, dice Guyonne Janss, responsable de la Oficina de Coordinación de la Investigación de la Estación Biológica de Doñana. “Está la marisma, que es el final de un río, están las lagunas que son específicas porque se nutren de agua del acuífero, y está también la costa».

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El Parque Nacional de Doñana es un espacio natural protegido desde 1969. Entonces comienza la labor científica de recogida de datos y de observación. El vicedirector de la estación, Javier Bustamante, nos explica en qué consiste este trabajo: “Los seguimientos de biodiversidad y de procesos naturales en Doñana se llevan realizando desde los años 70 y han ido evolucionando desde ese momento. Además, está la reserva biológica como un laboratorio natural donde se pueden hacer investigaciones de biodiversidad, ecología y de cambio global”.

Doñana está orientada a la investigación científica desde que se creó la Reserva Biológica en los años 60. “Su primer director, José Antonio Valverde, tenía muy claro que para conservar Doñana había que conocerla y que para conocerla había que tener información y tener datos”, afirma Bustamante. “Fue el primero muy interesado en tomar datos de lo que pasaba en Doñana, de los procesos de la biodiversidad, de las especies y además insistió mucho en que el personal que había allí, que en ese momento eran guardas de caza, que tenían que apuntar todo lo que vieran en sus cuadernos de campo”.

La naturaleza en Doñana es tan variada y abundante que cientos de científicos de todo el mundo vienen cada año a la estación a realizar sus estudios sobre este ecosistema único. Pero cuando pensamos en Doñana hay siempre una imagen que nos viene a la cabeza: las aves. Según Janss, “Doñana empezó a protegerse por el ganso, el ánsar común, porque se daban cuenta que los gansos que criaban en Suecia, en el norte de Europa, hibernaban en Doñana”.

Doñana

Foto: Jorge Isla, EBD-CSIC

Para Bustamante, las aves “son lo más llamativo y lo que más llama la atención al visitante. Fue lo que hizo que Doñana fuera un cazadero durante siglos, y lo que atrajo a los primeros observadores. No necesariamente son lo más importante, porque de hecho hay una gran biodiversidad oculta de invertebrados, de plantas poco llamativas, pero que son importantes”, explica. Aún así, Bustamante recalca el valor de las poblaciones de aves: ”Las aves sirven tanto como un paraguas para la protección, porque protegiendo las aves estás protegiendo todo el ecosistema, y también son un elemento importante para divulgación. La ventaja que tienen es que son relativamente fáciles de monitorizar, por ejemplo, con censos con avioneta, y son especies muy dinámicas. Se pueden mover, con lo cual pueden responder muy rápidamente a los cambios en los ecosistemas. En el caso de las plantas o los invertebrados, su capacidad de movimiento es menor y puede ser mucho más difícil detectar esos cambios. De hecho, en aves acuáticas, las series temporales que tenemos desde los años 70 te muestran muy rápidamente los cambios que se han ido produciendo en las últimas décadas”.

Además de un tesoro natural, Doñana también conserva un tesoro científico: observaciones de sistemas y especies que se han realizado a lo largo de décadas y que los científicos pueden estudiar para mejorar sus resultados. “Una de las cosas que tenemos y ofrecemos a la comunidad científica son series de seguimiento de fauna y de flora que pueden ayudar a dar una dimensión mayor a los proyectos de investigación”, explica Janss. “Hay investigadores que llevan 30 años trabajando en Doñana y la fuerza de su investigación es justo eso, entender mucho mejor cómo funciona, porque una ventana muy corta de tiempo en un ecosistema siempre provoca la duda de si estoy midiendo algo normal o fuera de lo normal. Tener una media en poblaciones de flora y de fauna es muy importante”.

“Desde el año 74 aproximadamente se realiza de manera mensual un censo con avioneta para contar las aves acuáticas en Doñana y se ha realizado de forma continua hasta ahora”, corrobora Bustamante. “Los censos de carnívoros se realizan mediante censos de huellas que se hacen periódicamente. Doñana tiene la ventaja de ser un sustrato arenoso y es fácil limpiar una zona y ver las huellas que se producen por la noche, de esa manera puedes ver también la evolución de especies como los carnívoros, que son más discretas y son difíciles de detectar”.

Doñana

Laguna del Hondón

Además, Doñana dispone de cuatro torres de observación automatizadas EDI que permiten medir intercambios de carbono entre la vegetación y la atmósfera. “Son sistemas bastante complejos que hacen mediciones de tipo micrometeorológico para ver los flujos de carbono e interpretar si realmente se está fijando carbono o se está emitiendo carbono”, explica Bustamante. “También tenemos las que llamamos estaciones hidrometeorológicas, que lo que miden son algunos parámetros meteorológicos, de nivel de agua, temperatura del agua y conductividad para ver cambios en los ecosistemas acuáticos”.

El nivel de protección del que ha gozado Doñana en todos estos años hace que sea un lugar único entre los países mediterráneos. Esto le valió la Declaración de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1994. “Se combina una diversidad de hábitats muy grande, a la vez que está situada en una ruta migratoria”, explica Janss, “Con la diversidad de especies y la dinámica a lo largo del año hacen que Doñana tenga muchas caras. Hay especies que solo están aquí, en el sur de España”.

Además, Doñana es una zona costera. “Las zonas costeras en España y en todo el Mediterráneo están muy modificadas por el turismo de playa, pero una zona costera donde no vive nadie, eso, al menos en el mundo mediterráneo, es único”, afirma Janss.

Sin embargo, Doñana es un paraíso natural en peligro. El cambio climático ha provocado una sequía sin precedentes, al mismo tiempo que la explotación ilegal para la agricultura de los acuíferos de los que se alimenta el parque están convirtiendo estas marismas y lagunas en un paisaje desértico. Según Janss, “ha aumentado todo, la superficie cultivada, la necesidad de extraer agua del acuífero, la zona de turismo. Todo ha aumentado al mismo tiempo que ha disminuido la disponibilidad de agua. Lo que estamos viendo en los últimos años es una mortalidad muy elevada de la vegetación. Doñana tiene diferentes comunidades de vegetación, una de ellas el alcornocal. Son árboles viejos, pero de repente la mortalidad se ha acelerado. También está pasando con el matorral ligado a zonas más húmedas. Y de hecho ahora, este año, de repente hay zonas de pinar con manchas grandes donde están muriendo las plantas de las dunas y de las zonas acuáticas. Hay muchas que son endémicas o incluso sólo existen en Doñana, porque todos los demás sitios están desecados para la agricultura o bien ocupados por  infraestructuras humanas. También está, por supuesto, el lince ibérico, una de las últimas poblaciones que había en Doñana y en Andújar. Actualmente su situación está mucho mejor gracias también al esfuerzo de los gestores“.

“Hay especies de aves acuáticas que en los años 60 no estaban en Doñana y que se han incrementado mucho. Por ejemplo, el morito, el único ibis que cría en Europa; era una especie que en los años 60 se veía de forma anecdótica y que ahora mismo cuenta con varios miles de parejas criando en Doñana. Otra especie llamativa es la egreta alba, una garza blanca grande, que estaba en el este de Europa y ha llegado a Doñana. Sin embargo, hay otras especies para las que Doñana era muy importante en su momento y que prácticamente han desaparecido o han disminuido mucho. Por ejemplo, el porrón pardo, la cerceta pardilla o la malvasía. Son especies que sabemos que están declinando porque los hábitats que tiene Doñana ya no son adecuados para ellas”, lamenta Bustamante.

Doñana

Foto: Ricardo Díaz-Delgado, EBD-CSIC

“Entre las aves acuáticas hay algunos patos que están prácticamente extinguidos”, matiza Janss. “Por ejemplo, la malvasía. Entre las rapaces el águila imperial está bastante bien, se ha recuperado gracias al esfuerzo de tanto investigación como conservación. El milano real actualmente está camino de extinguirse en Andalucía, aunque hay poblaciones más al norte. Luego tenemos anfibios en Doñana que conviven y es una población muy, muy singular”.

La sequía tiene consecuencias directas en el trabajo de los científicos: “Está afectando a proyectos que no se han podido terminar y están esperando un año húmedo para añadirlo a sus datos. Por otro lado, hay otros que están aprovechando para ver qué pasa con la sequía, cómo está afectando a la vegetación. Es decir, se está convirtiendo también en una oportunidad para investigar”, explica Janss.

Pero un ecosistema es mucho más que flamencos y linces. Hay animales fundamentales para la conservación de la vida que nos pasan desapercibidos y que también están en peligro. Iván Gómez Mestre es un investigador de la estación especializado en anfibios. “Los anfibios son organismos que, aunque son muy antiguos, evolutivamente son muy sensibles a las variaciones ambientales”, explica el investigador Iván Gómez-Mestre. “Son piezas muy importantes en los ecosistemas, precisamente porque tienen un ciclo de vida dual, acuático y terrestre, son muy importantes en los flujos de energía y de elementos entre sistemas acuáticos y terrestres. Por ejemplo, son presas muy importantes tanto para organismos acuáticos como para muchísimas aves”.

Los anfibios se ven especialmente afectados por la falta de agua. “La mayor parte de los anfibios en esta parte del mundo crían en charcas temporales que se acaban secando en verano, pero están acortando su duración cada vez más. Cuando los renacuajos sienten que la charca se va secando, aceleran su desarrollo y eso les supone un esfuerzo metabólico muy grande, prácticamente triplican su tasa metabólica y consumen todas las grasas que han acumulado. Las tienen que invertir en salir en metamorfosis antes de tiempo. A consecuencia de esto salen en metamorfosis más pequeños. En esta parte del mundo, los anfibios se entierran, se esconden y pasan el verano, que es la parte de la estación más dura, enterrados. Entonces, claro, esos animales que han salido más pequeños y con menores reservas de grasa tienen muchas menos probabilidades de supervivencia”, aclara Gómez-Mestre. “De hecho, son el grupo de vertebrados más amenazados del planeta. Tendemos a pensar en los felinos y los simios, pero los anfibios son el grupo de vertebrados con mayor número de especies amenazadas”.

Doñana, como el resto del planeta, sufre una de las consecuencias más graves del cambio climático y la acción humana: la desaparición de los insectos polinizadores. Nos lo explica el investigador Ignasi Bartomeus: “Cada vez que transformamos esos bosques y praderas en sistemas de cultivo o en zonas urbanas, estamos destruyendo hábitats y los sitios donde pueden nidificar, como las estructuras de pequeños agujeros, huecos de la madera en los bosques maduros que tienen árboles más viejos con más cavidades, así como también los recursos de los que se alimentan”.

En concreto, las abejas son las que se han visto más afectadas. “Llevamos siguiendo diferentes poblaciones de interacciones entre plantas y abejas a lo largo de los últimos nueve años y hay un patrón muy claro en que los años más secos y más calientes, no sólo se avanza la fenología, es decir, cuando tienen actividad, que empieza mucho antes, sino que además, la producción de flores disminuye y eso hace que disminuya también consecuentemente la población de abejas. Es muy curioso porque se nota un año después, es decir, si un año las abejas han tenido poco alimento, ese año han podido poner menos descendencia y ese año siguiente es donde vemos esas bajadas en sus poblaciones”, aclara Bartomeus. “Un año malo no es tan problemático como la frecuencia con la que esto pasa. De un año malo se recuperan bien. El problema es cuando empiezas a tener año sí, año también, y ahí es donde podemos empezar a perder especies”.

¿Cuál será el futuro de Doñana? ¿Qué será de las especies que han vivido en este refugio natural durante miles de años? ¿Podemos evitar o limitar los daños a este ecosistema único?

“Seguro que hay capacidad de recuperación porque el ecosistema en el Mediterráneo es característica la bajada y la subida de disponibilidad de agua”, explica Janss. “Pero todo tiene un límite. En algunos casos entendemos que estamos llegando ya al límite. Doñana no se va a perder, Doñana va a cambiar y de hecho ya ha cambiado, y hay lagunas que ya no se pueden recuperar porque se han convertido en un pinar. Será diferente. Vamos a perder especies únicas, va a ser menos diverso, porque va a ser una zona esteparia, desértica”.

A pesar de este panorama desolador, Janss y los científicos de la Estación Biológica tienen clara su labor: “Yo entiendo que no tenemos que abandonar Doñana como zona dedicada a la naturaleza, dedicada a la ciencia. Nuestra obligación como centro de investigación es estudiar este proceso e intentar aportar ideas o conocimiento para gestionar de alguna manera que el daño sea menor, o que aún así, siendo menos diverso y con menos agua, que sea útil como refugio para la flora y la fauna del ecosistema”, afirma Janss.

“Tenemos una señal de alarma muy clara”, dice Bartomeus. “Sabemos que muchas poblaciones de polinizadores están teniendo declives, pero a día de hoy ha habido muy pocas extinciones, especialmente a nivel regional. Lo cual quiere decir que si revertimos muchos de estos efectos y tenemos zonas mejor conservadas, es fácil recuperar estas poblaciones. Las poblaciones de insectos son muy dinámicas, por lo que el momento de actuar es ahora. Cuando hayamos empezado a perder especies es cuando esto ya será irreversible. Cuando una especie se extingue, aunque luego haya mejores condiciones, no vas a recuperarla”.

“Hay veces que en ecología se hace un esfuerzo por monetizar esos servicios ecosistémicos y ecológicos de especies”, comenta Gómez-Mestre. “¿Cuanto rendimiento económico nos da esta especie? Creo que es una manera también de entrar en un juego en que perdemos de vista que es nuestra responsabilidad mantener un cierto patrimonio, la diversidad como herencia a las generaciones futuras. Igual que no nos planteamos cómo de sacrificables son las catedrales góticas porque consideramos que son intocables, patrimonio histórico de la humanidad, y que hay que transmitirlo, lo mismo deberíamos aplicar a una comunidad biológica tan diversa como la de Doñana, debería ser en sí mismo un valor enorme”.

Los gigantes de la ciencia no son sólo grandes máquinas o instrumentos. Los verdaderos gigantes son las personas que, como las que están en Doñana, iluminan el mundo y la vida que nos rodea para que podamos verla y respetarla. A todas ellas, gracias.

 

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