Tener rasgos peculiares puede evitar un montón de problemas. Los biólogos Elizabeth Tibbetts y Michael Sheenan llegaron a esa conclusión en un experimento con avispas: formaron grupos de cuatro reinas y las “maquillaron” para que tres se parecieran y otra tuviera un rostro muy distinto.
Al dejar que interactuasen, observaron que las más vulgares eran atacadas con mucha más frecuencia que las “raritas”.
Ahora buscan una explicación a esa clara ventaja de la originalidad por la cara.
Pilar Gil Villar
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