La entomóloga Kerry Mauck de la Universidad de Pensilvania ha descubierto que cuando el virus
del mosaico del pepino infecta a una planta de la familia de las calabazas de jardín, estas generan un olor que las hace mucho más apetitosas para los áfidos (superfamilia de insectos que son plaga habitual de los cultivos). Pero el virus sólo produce un perfume irresistible, el sabor es otra cosa. Apenas el áfido prueba una hoja, huye despavorido. Pero entre sus patas lleva parte del virus que infectará a nuevas plantas. Si la planta tuviera tan buen sabor como olor, la reproducción del virus sería muy problemática.Es la primera vez que se observa en un virus esta estrategia de supervivencia.
Mauck y sus colegas también descubrieron que los áfidos a los que se les obligó a alimentarse de las plantas infectadas ya no se reproducían tan bien. En esta estratagema, los insectos son los únicos que pierden, ya que el virus solo infecta el exterior de las plantas.

Redacción QUO