No son algunas; son concretamente las llamadas “ranas madre” (Rheobatrachus silus), y lo hacen para protegerlos. Los batracios suelen abandonar sus huevos en el agua, para que se desarrollen solos, pero se corre el peligro de que otros animales se los coman.
En 1973, se descubrió que las hembras de esta especie australiana los engullen y crían en su estómago. Allí, los jugos gástricos no les afectan, porque están recubiertos de la enzima prostaglandina E2, sustancia que protege su membrana.
Enviada por Amalio García, Aínsa (Huesca)
Redacción QUO
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