Puro azar. Al regreso de un paseo invernal, Andrew Zuckerman, un fotógrafo principiante, descubrió el cuerpo sin vida de un pájaro sobre la nieve. Y ante sus ojos se abrió la profunda convicción que ha presidido su trabajo hasta el presente: para mostrar la esencia misma de los animales, nada mejor que sacarlos de su entorno y enfrentarlos a un sencillo y rotundo blanco.
Años más tarde llega a nuestras manos la prueba que confirma tal teoría. Desde las páginas de su libro Creature, Zuckerman nos obsequia con 158 imágenes. Entre ellas se incluyen un chimpancé inmerso en una suerte de reflexivo ensimismamiento y la tensa atención de un camaleón al acecho. Todo ello envuelto en detallados pelajes, libreas, plumas y escamas. Para conseguir tal resultado, el fotógrafo ha compaginado los últimos avances en tecnología fotográfica y la?paciencia: el mayor desafío a la hora de trabajar con el oso fue mantenerlo despierto, ya que la sesión tuvo lugar en plena época de hibernación del plantígrado. En general, la táctica ha consistido en permitir a los animales aclimatarse al estudio hasta que dejaran al descubierto su auténtico carácter. El que exhiben sobre estas líneas. n
Pilar Gil Villar
Redacción QUO
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