La Tierra primitiva, hace unos 4.500 millones años, no estaba completamente fundida, de manera que se pudo separar en la corteza rocosa y el núcleo rico en hierro que tiene hoy. Es una de las conclusiones de un nuevo método capaz de tomar imágenes en tres dimensiones detalladas de muestras muy pequeñas de material bajo presiones extremas.
Los responsables de este sistema, denominado tomografía computarizada con rayos X a nanoescala y alta presión, trabajan en el SLAC National Accelerator Laboratory de EE.UU. junto a la física de minerales Wendy Mao, de la Universidad de Stanford. Su objetivo es ayudar a contar la historia de la transformación más grande que la Tierra ha sufrido en su historia. En concreto, Mao presentó los resultados de los primeros experimentos en la reciente reunión anual de la Unión Geofísica Americana en San Francisco.
La comunidad científica está de acuerdo en que la bola inicialmente homogénea de material que fue la Tierra primitiva tuvo que estar muy caliente muy pronto, de forma que pudo diferenciarse en las distintas capas sobre las que vivimos hoy en día. La corteza, la capa debajo de ella, o el manto son todos silicatos ricos y capas rocosas, mientras que el núcleo es rico en hierro. El silicato y el hierro y se “marcharon” en diferentes direcciones en algún momento, pero no está claro cómo se separaron y se comprimieron.
El método es capaz de medir por primera vez las interacciones entre el hierro y los materiales de silicato a muy altas presiones y temperaturas. No obstante, los investigadores reconocen que sólo son datos de unos primeros experimentos iniciales: “tenemos algunos resultados interesantes, pero hay que repetirlo un par de veces para estar seguro”, subrayan.
Redacción QUO