Todas las arañas del género Parachtes habitan en la zona occidental del Mediterráneo. Viven de noche, cazan a sus presas persiguiéndolas y sólo usan la seda para elaborar capullos. Sin embargo, las italianas presentan en las mandíbulas una protuberancia del que carecen el resto de sus primas. Y los genitales de los machos no son iguales en Cerdeña, Sicilia o las Baleares.

La razón de estas pequeñas diferencias comenzó con un movimiento de la corteza terrestre hace 30 millones de años, según publican Leticia Bidegaray-Batista y Miquel Arnedo, de la Universidad de Barcelona, en la revista BMC Evolutionary Biology.

En aquel tiempo y, durante unos cuatro o cinco millones de años, parte oriental de las actuales Península Ibérica y Francia se fragmentó e inició un desplazamiento hacia el este, dando lugar a lo que hoy constituyen las Baleares, Córcega, Cerdeña o Sicilia, entre otras áreas.

Los ancestros de las Parachtes que quedaron aislados en cada una de estas zonas, iniciaron procesos de evolución independientes enlos que acumularon gran número de características genéticas específicas. A pesar de ello, continúan siendo fácilmente identificables a simple vista como miembros del mismo género.

En la comunidad científica se han formulado dos grandes hipótesis sobre el origen de la fauna terrestre en las islas del Mediterráneo occidental: que su diversificación hubiera comenzado en el evento geológico citado, o bien en uno posterior, la desecación del Mediterráneo, ocurrida hace unos 5 millones de años y conocida como crisis salina del Mesiniense. Según esta última teoría, los animales habrían ido colonizando las islas desplazándose por los puentes de tierra que emergieron al evaporarse las aguas.

Sin embargo, el estudio de la Universidad de Barcelona confirma que las Parachtes constituyen un ejemplo de la primera teoría. Tras analizar genéticamente ejemplares de las islas y del continente, los investigadores han relacionado el número de mutaciones que presentan con información de diversos fósiles de la zona. De esta manera han establecido que el inicio de la divergencia entre ellas se sitúa hace unos 30 millones de años, cuando se fragmentó la placa ibérica.

Pilar Gil Villar