En general, los crustáceos han tenido desde hace miles de años mucho “éxito evolutivo”, tienen adaptaciones muy curiosas. Por ejemplo, los centollos y langostas marinas pueden soportar hasta 10 días fuera del agua, siempre que estén bien hidratados.
Su truco consiste en humedecer las branquias internas con su propio flujo salival, para que el oxígeno atmosférico pueda ser absorbido sin mayor problema. Si pasa más tiempo, las branquias se resecan e irritan, cosa que los mata por asfixia. Este mecanismo permite que, por ejemplo, se haya visto centollos salir del agua en las noches frescas o lluviosas, y recorrer las playas y roquedos en busca de algas arrastradas por las mareas. Se conocen unas 68.000 especies de crustáceos, pero se estima que hay más.
Redacción QUO