Muchos seres vivos no pueden regular su temperatura corporal a través de su metabolismo, y recurren para ello a comportamientos a veces tan sencillos como buscar el sol o la sombra, según los casos. Lo que no se sabía hasta ahora es que algunos ya empiezan a hacerlo cuando están dentro del huevo.
Según ha descubierto el equipo del biólogo Wei-Guo Du, de la Academia China de Ciencias, este es el caso de las tortugas. Tras estudiar cientos de huevos de la especie Pelodiscus sinensis, han confirmado que los embriones se desplazan dentro de ellos en busca de la zona más cercana a una fuente de calor. A pesar de su pequeño tamaño, los huevos pueden presentar una diferencia temperatura interna de hasta 1º C. Esa habilidad de detectarla y posicionarse en el rincón más favorable se manifiesta incluso en los ejemplares más pequeños o menos desarrollados.
¿Por qué molestarse en buscar calor? Porque una temperatura idónea influye de manera fundamental en el desarrollo óptimo para la supervivencia. Además de contribuir a que las crías nazcan más en forma, reduce el tiempo de maduración y, por tanto, el peligro de que un depredador se coma la puesta o que esta se malogre por factores ambientales, como sequías u olas de calor. Por si fuera poco, la búsqueda del calor permite a los huevos en las zonas más frías del nido compensar esa desventaja. De esa manera aumentan las posibilidades que toda la puesta eclosione a la vez. Cuantas más crías de tortuga recorran la playa en busca del mar, menos probabilidades tendrá cada una de ellas de caer en el pico de un enemigo hambriento.
Con este estudio, publicado en PNAS, Wei-Guo Du y sus colegas demuestran que el estado embrionario tiene sus propios recursos para aumentar sus probabilidades de llegar a buen término, y no depende sólo de que la madre elija un buen lugar para desovar.
Pilar Gil Villar