Fue en el año 2005 cuando Eric Stroud, socio director de Shark Defense (Defensa del tiburón), una compañía de Nueva Jersey especializada en tecnologías «repele-tiburones», observó que los tiburones de su tanque cambiaban su comportamiento al estar cerca del radio de alcance de un imán de tierra poco común del que son propietarios. Los tiburones respondieron al imán huyendo velozmente y Stroud tomó nota de ello. Tras realizar más pruebas, el socio director de Shark Defense y sus compañeros, se percataron de que los tiburones se mantenían a 20 centímetros de los extraños imanes de forma constante.
El descubrimiento reportó a Shark Defense 25.000 dólares anuales de premio, a través de la World Wildlife Fund’s de artes pesqueras selectivas (WWF), quienes premian a los inventores que desarrollan nuevos métodos y técnicas que mantengan a los animales alejados de enredarse en las redes de las líneas de pesca comerciales. Stroud afirma que esos mismos metales pueden utilizarse como defensa personal para los buceadores, portándolos en los tobillos.
Actualmente, la compañía está trabajando en un repelente químico, una ‘cóctel’ de una docena de compuestos con un olor dulzón que imita el olor putrefacto que emana el cadáver de tiburón. Patrick Rice, la bióloga marina de Shark Defense, ha desarrollado el repelente en varios formatos: como aerosol de 50 ml, una bolsa que se rompe bajo el agua para proteger rápidamente un determinado área, y un gel que se puede inyectar en el cebo para mantener con vida a los tiburones en caso de quedar atrapados. El repelente es menos costoso que los imanes.
Sin embargo, la bióloga explica que «al igual que cualquier otro producto, nada nos da una seguridad del 100%. Si el tiburón tiene hambre y se encuentra en un estado frenético, va a evitar su primer rechazo y evidentemente, se va a poner a comer».
Redacción QUO