A pesar de su imagen de feroz enemigo, los tiburones juegan un papel fundamental en los ecosistemas marinos, ya que se sitúan en los puestos más altos de la cadena alimenticia. Sin embargo, quienes estamos por encima de ellos nos hemos convertido en una gran amenaza para su supervivencia debido a la sobrepesca y a la escalofriante práctica del aleteo, que consiste en cercenar las aletas y devolver a los animales heridos al agua. En esas condiciones, el tiburón pierde su capacidad de moverse constantemente y se ahoga, o se muere de hambre, si no es devorado antes por otros peces.

Por eso, la asociación Shark Alliance, que reúne a científicos, buceadores, ecologistas y empresas de recreo, ha convocado desde mañana 15 al 23 de octubre la quinta Semana Europea del Tiburón. En el transcurso de la misma se realizarán diversos eventos y se recogerán firmas para solicitar una legislación europea que amplíe la protección tanto a estos animales como a las rayas.

Los puntos principales se centran en solicitar límites de captura, programas de protección y una prohibición total del aleteo. La razón de este último es que esos apéndices de los tiburones resultan más apreciados que su carne, y por tanto más caros. Si bien la legislación europea prohibe realizarlo antes de llegar a puerto, contempla una excepción cuando el peso de la aleta no llegue al 5% del peso total del animal. En ese caso, los pescadores también pueden desembarcar las aletas en un puerto y los cuerpos en otro, lo que dificulta considerablemente el control sobre si realmente se está cumpliendo la normativa. La prohibición total del aleteo terminaría con este vacío legal.

En España, el pasado mes de febrero se aprobó la inclusión de los tiburones blanco (en el Mediterráneo), peregrino (Mediterráneo y Atlántico ibérico), zorro y martillo, y también de las rayas en la Lista de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. De esta forma se prohíbe capturarlos, dañarlos, comercializarlos, importarlos o exportarlos y se establece la evaluación periódica de su estado de conservación.

Pilar Gil Villar