Por eso las hembras de junco ojioscuro (Junco hyemalis) echan una plumita al aire de vez en cuando, a pesar de ser aves que se aparean de por vida. Los hijos e hijas de esas uniones extramaritales engendran a lo largo de sus vidas una descendencia más abundante que la de los polluelos nacidos de la pareja “oficial”.
A estas conclusiones ha llegado un estudio publicado en Proceedings of the Royal Society By encabezado por Nicole Gerlach, de la Universidad de Indiana (Estados Unidos). Para obtenerlas, han observado y realizado pruebas de paternidad durante 18 años a un total de 2.200 juncos silvestres en el entorno de la Estación Biológica de Mountain Lake, en el estado de Virginia.
Además de constatar que las aventuras salen rentables en términos de éxito reproductivo, han comprobado que los hijos bastardos son más prolíficos porque también son más propensos a la infidelidad que sus hermanos. Los investigadores concluyen de ello que los machos nacidos fuera de la unión monógama deben de resultar más atractivos y las hembras probablemente son más fértiles, o mejores madres, o cuidan mejor precisamente a los frutos de sus deslices que a sus otros polluelos. O las tres cosas.
Lo cierto es que la diferencia entre la prole de unos y otros padres sólo se manifiesta a lo largo de la vida, porque durante el primer año todas las crías presentan la misma tasa de supervivencia, e índices muy similares de masa corporal y resistencia a enfermedades. Estos tres parámetros son los que suelen tener en cuenta los estudios que analizan estos temas y los investigadores creen que por eso no se había detectado antes el fenómeno que ellos han puesto de manifiesto ahora.
Pilar Gil Villar