Es una pregunta que ha mantenido ocupados a los biólogos evolutivos desde la década de los 70, cuando el investigador Richard Peto formuló la paradoja que lleva su apellido.
Si el cáncer es el resultado de una reproducción celular anormal, lo lógico es que los animales más grandes tengan mayores probabilidades de tener la enfermedad, puesto que tienen más células. Sin embargo, la experiencia muestra que el riesgo es menor entre los animales de mayor tamaño.
Parece que la explicación a la paradoja de Peto está en la gran variedad de genes protectores que tienen los elefantes. Entre ellos, destaca el TP53, al que los investigadores conocen como ‘el guardián del genoma’ porque se encarga de reparar el ADN dañado. Mientras los humanos tenemos una copia, los elefantes tienen, como mínimo, veinte distintas.