Del color amarillento de su dorso. Pero ese criterio de nombrarlo por su apariencia ha inducido a confusión, porque hay otro tiburón limón que, en realidad, es otra especie. La llamada nomenclatura binominal (se compone de dos nombres en latín) se inventó para evitar estas confusiones. Lo más común es que la misma especie se llame de diferente modo en distintos puntos del planeta. Así que, aparte del nombre vulgar, los científicos decidieron establecer un nombre universal para cada ser vivo (animal o vegetal).
En el caso del tiburón limón ocurrió a la inversa: dos especies de tiburón diferentes recibieron el mismo nombre vulgar. El de la foto es un Negaprion brevirostris, fotografiado en las Bahamas. Puede medir hasta tres metros, a diferencia del otro escualo del mismo nombre, el Carcharhinus acronotus, que no suele llegar a los dos metros de longitud.
¿Cómo se otorga un nombre a una especie?
El modo de nombrar los animales consta de una palabra (en mayúscula) que se refiere al género (obedeciendo a la taxonomía clásica de reino, clase, orden, familia, género, especie), y un segundo epíteto llamado específico, que determina la especie propiamente. Esa palabra suele elegirla quien describe la especie, y es habitual que se refiera a alguna característica del ser vivo. Por ejemplo, brevirostris significa en latín “rostro pequeño”, porque este tiburón tiene el morro recortado. Otras veces se adapta al latín el nombre del investigador, como la hormiga Pheidole wilsoni, descrita por el especialista Edward O. Wilson. Y en algunos casos denota el lugar de donde procede el vegetal o animal, como es el caso del Homo heidelbergensis, un homínido hallado en Heidelberg (Alemania).
La nomenclatura binominal la implantó el médico e investigador sueco Carl Linnaeus en el siglo XVIII.
Redacción QUO