Al axolote, una especie de salamandra mexicana, le vuelve a crecer cualquier parte amputada del cuerpo: de los dedos a los ojos, pasando por el cerebro. Por eso, es un deseado modelo para quienes investigan la regeneración con el objetivo de aplicarla a humanos. Entre ellos se encuentran los científicos del Instituto Salk de Estudios Biológicos, que acaban de dar un paso más hacia este proceso tan complicado.
Según han descubierto, antes de activar los genes que ponen en marcha la creación de órganos, el organismo realizauna acción previa. Concretamente, fijar los transposones, o genes saltarines, para que no vayan saltando del genoma de una célula a otra en los tejidos que empiezan a crecer para conformar un nuevo órgano y provoquen un caos que aborte el proceso. El equipo ha identificado dos proteínas que consiguen evitar dicho caos.
Pilar Gil Villar