Apenas hay especies de aves con el ADN descifrado, y cuando se conoce suele ser por motivos comerciales, como ocurre con la gallina y el pavo. ¿Qué ha llevado a la Universidad de Cardiff (Reino Unido), al centro BGI de Pekín, Wildlife Consultants y al Hospital de Halcones de Abu Dabi a acometer conjuntamente el proyecto? Tanto el halcón peregrino como el sacre, cuyo ADN se acaba de secuenciar, son aves lo suficientemente emblemáticas como para que los científicos supieran que el prestigio y el reconocimiento se suceden casi automáticamente después de un trabajo de este tipo. Para el centro BGI de Pekín su apuesta entraña poco riesgo, porque son dueños de gran parte de la maquinaria utilizada; los chinos ya participaron en la última etapa del genoma humano y ahora ofrecen toda su tecnología a la comunidad científica. Y en el caso del Hospital de Abu Dabi, se trata de una operación que refuerza la marca del país; no en balde, el halcón es el emblema nacional de los Emiratos Árabes Unidos.
El genoma de un ave tan formidable como el halcón tiene la mitad de tamaño que el del hombre
Pero, ¿para qué han servido estas investigaciones? “El tamaño del genoma del halcón es casi la mitad que el del ser humano. Nosotros tenemos alrededor de 27.000 genes; ellos, unos 16.000. Es sorprendente que este formidable predador, este pájaro absolutamente adaptado para la captura de aves, tenga muchas menos bases –la unidad básica de la secuencia del ADN– que nosotros”, expone Juan José Negro, director de la Estación Biológica de Doñana, del CSIC. “Todavía no sabemos por qué hay especies que tienen genomas más grandes que otras”.
A diferencia del ser humano, donde generalmente ya solo se buscan variaciones puntuales, el equipo de investigadores ha realizado la secuenciación del genoma completo. Una de las conclusiones es que tanto el halcón peregrino como el sacre comenzaron a diverger hace 2,1 millones de años. También, que los genes olfativos del predador son inferiores a los de la gallina y el pavo, posiblemente porque el sistema de caza de los halcones está basado fundamentalmente en la vista, en lugar de en el olfato, como ocurre en otros animales.
Y ahora ¿qué?
“Ya hay un mapa genómico sobre el que se puede empezar a trabajar”, explica Juan José Negro. “Ahora, el reto es averiguar en qué momento de la cadena evolutiva aparecen los genes que tienen que ver con las adaptaciones funcionales de estas aves y su forma de cazar. Los halcones llevan millones de años sobre la Tierra, y en algún momento, puede que hace cuarenta o cincuenta millones de años, se produjo ese salto evolutivo que originó su pico curvo con un diente y las eficaces garras. Todo eso se refleja en el genoma, y gracias a él se podrá adscribir a genes concretos la aparición de ese invento evolutivo que tanta importancia tiene para la especie. Y se avanzará aún más cuando se haya secuenciado el genoma de otras aves. Esto que se ha hecho ahora es solo un granito de arena en una playa gigante”.
Marta García Fernández