Cuando dormimos, nuestro cerebro tiene brotes de actividad similar a la que experimenta cuando estamos despiertos. Esas ventanas de tiempo se conocen como fases REM (del inglés rapid eye movement, movimiento rápido de los ojos) y aún no hemos conseguido explicar con claridad para qué se producen. Sí sabemos que duran mucho más en los bebés –un 50% del tiempo que pasan dormidos– que en los adultos –del 20% al 25%.

Para intentar aclarar su función, un grupo de investigadores del Instituto Max-Planck de Ornitología en Seewiesen (Alemania) y la Universidad de Lausanne (Suiza) han observado a un grupo de crías de búho común (Tyto Alba) de distintas edades. Con la ayuda de sensores han comprobado que la duración del REM también iba disminuyendo a medida que los polluelos crecían. Pero además detectaron un gen cuya actividad era mayor en aquellos búhos cuya fase REM era menos prolongada que en la mayoría de congéneres de su edad.

Ese gen también interviene en la formación de los puntos negros que estas aves exhiben en su plumaje, y de las hormonas tiroxina e insulina, ambas importantes para el desarrollo cerebral. Esa función múltiple aporta más datos a la teoría que considera al sueño REM un factor decisivo para que el cerebro madure correctamente.

Los investigadores, Niels Rattenborg (Instituto Max-Planck de Ornitología) y Alexandre Roulin y la Madeleine Scriba (Universidad de Lausanne), están diseñando ahora nuevos experimentos para profundizar en dicha hipótesis.

Pilar Gil Villar