Cada verano, en las Islas Feroe, se lleva a cabo una tradición con más de diez siglos de historia. Se trata de grindadráp o cacerías. Más precisamente de la ballena piloto (Globicephala melas). Anualmente 800 de estos cetáceos mueren a manos de los feroenses. La cacería, que no tiene fines comerciales, se lleva a cabo en determinadas bahías o fiordos y bajo leyes que regulan la actividad. Debido a que este archipiélago es muy escaso en recursos, debido a su clima y a la dificultad para cultivar cereales aptos para el ganado, la carne de ballena se distribuye entre sus 50.000 habitantes.
En 2008, Høgni Debes Joensen, director de la Oficina de Salud de las islas y el científico Pál Weihe, recomendaron al gobierno local que la care de estos cetáceos no se recomendara más para consumo humano debido a los altos niveles de mercurio. Tres años más tarde la iniciativafue apoyada por la autoridad veterinaria de Feroe. La recomendación no se tuvo en cuenta hasta este año, cuando todo puede cambiar.
La población global de las ballenas piloto sobrepasa el millón de ejemplares y su mayor amenaza, de acuerdo con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration), resultan ser las redes de pesca en las que quedan atrapadas. debido a prácticas de pesca masiva.
El uso de animales como fuente de alimento no es extraño. En España, según datos del INE, cada año mueren más de 2 millones de cabezas de ganado vacuno, 10 de bovino y 41 millones de ganado porcino.
Dicho todo esto, la pregunta del inicio se repite. La imagen excede las valoraciones y confrontaciones entre veganos, vegetarianos y omnívoros. Va más allá aún de la etiqueta de “tradición o barbarie” y se remonta al principio: ¿Cuál es la memoria que le quedará al niño de la foto y qué impacto causará en él? Puede que su inmersión de un modo tan obvio en el ritual le sirva para perpetuarlo. O le lleve justo en la dirección opuesta.
Es obvio que algunos dirán que existen otras fuentes para obtener proteínas, que algunas tradiciones deberían abolirse. Otros señalaran que el clima y la región impiden la crianza de animales en un número que permita abastecer a la población y que, por otro lado, hay tradiciones que constituyen el patrimonio de una nación.
La pregunta, nuevamente, es: ante una tradición que genera tantas incógnitas y polémicas: ¿se les brinda a las futuras generaciones las opciones para poder decidir libremente? La imagen, ¿muestra un hecho aislado o un condicionante?
Redacción QUO