El tamaño y colorido escarlata de las posaderas de las hembras de babuino suelen producir en los humanos una impresión cercana a la repulsión. Pero se creía que para los machos de esta especie, resultaban ser «EL» reclamo erótico que los impulsaba a buscar los encantos de la dama. Al menos hasta ahora.
Un estudio, realizado en el sur de Kenia por biólogos de la Universidad Duke muestra que la preferencia no es tan simple. Los babuinos se aparean durante todo el año y esto ocurre cuando las partes traseras de las hembras se encuentran en su apogeo, una señal de que estaría ovulando.Entre 10 y 20 días a lo largo del mes, el tejido de esta región de la hembra se hincha y adquiere ese llamativo tono, para luego regresar a su configuración normal.
Para la investigadora Courtney Fitzpatrick debía haber algo más que el tamaño de las partes traseras que sedujera a los machos. Para ello creó un ingenio particular: le colocó un calibrador al lente de una cámara, lo que le permitía medir la distancia exacta a la que se encontraba de la hembra de babuino fotografiada. Más tarde, en el laboratorio, contaba los pixels y los convertía en milímetros para medir con precisión el tamaño de las nalgas. Tras medir 34 hembras, no solo descubrió diferencias en las protuberancias, lo cual era de esperar, sino que los machos no buscan las de mayores asentaderas. Fitzpatrick comparó los tamaños con la fecha en la que las hembras habían parido y así descubrió que la elección de los “donjuanes” se decantaba por las hembras que habían atravesado más ciclos después del parto. Al igual que sucede en los seres humanos, esta especie de primates no comienzan a ovular apenas han tenido una cría. Es necesario un tiempo.
“Para estos machos _ explica Fitzpatrick en el estudio publicado en Animal Behaviour – no siempre es cuanto más grande, mejor, sino cuanto más tiempo, mejor. De ese modo aumentan las posibilidades de engendrar una cría”. El próximo paso es averiguar si esto también influye en la supervivencia de los recién nacidos.
Juan Scaliter