La arena es un libro hacia el pasado. El pretérito más remoto y también el más reciente. Cuando los científicos la examinan, con aumentos que van de 100 a 300 veces descubre que, al igual que los copos de nieve, las arenas son únicas. Pueden estar compuestas de feldespato, olivina o cristales de cuarzo. Los geólogos, al observarla se convierten en detectives que pueden hasta determinar su procedencia u origen. Si tiene granos negros pueden ser trozos de basalto, un tipo de roca que se forma en lo profundo de los océanos.
En cambio, si tiene trozos de cristal, algo que se puede hallar en rocas metamórficas, indica que se ha creado en regiones que han sido sometidas a procesos de subducción (una placa de la litósfera queda sepultada bajo otra).
Finalmente, la presencia de coral, es un indicador de organismos vivos que permite deducir la salud de los océanos en la región.
Su forma es otra clave que permite inferir el origen: granos redondeados o pequeños hablan de una zona costera con un oleaje violento que tuvo tiempo de pulir estas rocas. Si presentan aristas irregulares, significa que la orilla es más calma y que no ha sido sometida a la turbulencia de olas.
El biólogo Gary Greenberg lleva casi una década fotografiando arenas de todo el mundo. Greenberg cuenta una de las historias más curiosa relacionada con la arena. En la Segunda Guerra Mundial, miles de bombas llegaron a EEUU en globos aerostáticos cuyo lastre era de arena. El análisis de esta desveló que provenían de una playa cercana a Tokio.
Juan Scaliter