No pagan alquiler y no colaboran nada en las tareas del hogar. Pero aún así, con toda su caradura, intentan campar a las anchas en tu casa en los sitios más insospechados. Lo peor es que hay algunas, como las chinches, que todo su afán es invadir directamente tu intimidad y cobijarse bajo tu cama. Con todo el asco que eso conlleva. Tú, harto de la situación, solo tienes una solución a mano de lo más radical: el insecticida, que rocías abundantemente hasta el punto de que tienes que salirte a la ventana a respirar. Después de este chinchecidio, vuelves a dormir tranquilo. Pero, ¿deberías? Pues lo cierto es que no, si miras seguirás viendo chinches.

[image id=»79468″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Según una nueva investigación publicada en PLoS ONE, las chinches que habitan bajo tu cama podrían estar desarrollando un ‘superpoder’ para resistir a tus persistentes e histéricos ataques con insecticida. El truco está en que sus ‘pieles’ son ahora más gruesas, razón que les hace mucho menos vulnerables cuando tratamos de rociarlas con las ‘armas químicas’ que hemos adquirido en el supermercado.

El problema está en que las chinches están aumentando su población de forma preocupante. El crecimiento de la población humana y que esta tiene la costumbre de viajar asiduamente a través de los continentes de nuestro planeta, han provocado que la especie se convierta en una frecuente fuente de irritación en habitaciones de hotel de todo el mundo.

[image id=»79469″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Hasta el momento, el problema se había solucionado con insecticidas comunes, pero la resistencia que han desarrollado implica ahora un auténtico ‘marrón’ para el ser humano. Por suerte, hay investigadores analizado detenidamente el asunto y han llegado a algunas conclusiones, como las razones del desarrollo de este ‘superpoder’ que la convierten en una villana con piel más gruesa resbaladiza y difícil de matar.

[image id=»79470″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Los investigadores contaron con varias chinches (que por supuesto no se ofrecieron voluntarias) y unos cuantos botes de insecticida. Tras hacer lo que todos sabemos, concluyeron que matar a cepas resistentes al insecto puede llegar a requerir concentraciones 1.000 veces más grandes que las que utilizamos actualmente. Eso quiere decir que cuando rocías a los bichos que hay bajo tu cama puede que les provoques algo de tos con el airecillo, pero de la risa.

El problema es que es un enemigo complicado de ganar. Las chinches no solo pueden sobrevivir hasta un año sin alimentarse, sino que una sola hembra fecundada podría hacer sembrar el pánico en todos los vecinos de un edificio.

[image id=»79472″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Llevamos matando insectos con el mismo producto desde los años cuarenta, momento en el que se introdujo el Dicloro Difenil Tricloroetano (DDT), compuesto organoclorado principal de los insecticidas. Eso quiere decir que llevamos nada menos que 76 años duchando a los bichos con el mismo compuesto. Parece coherente pensar que a alguien se le podría haber ocurrido que en algún momento se volverían inmunes.

[image id=»79473″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Tras el chinchecidio provocado en laboratorio, los científicos observaron los cadáveres de sus víctimas, en concreto su cutícula. Utilizando un microscopio electrónico de barrido, David Lilly y sus colegas de la Universidad de Sydney observaron que el espesor de las cutículas de las chinches supervivientes al insecticida eran mucho más gruesas que las que murieron en el campo de batalla. Según explican los investigadores, esto podría ayudar a explicar por qué las infestaciones de chinches son tan difíciles de controlar e incluso podrían ayudar a la búsqueda de estrategias más efectivas para un control más eficaz. «Si logramos entender los mecanismos biológicos que utilizan las chinches para vencer a los insecticidas, podríamos ser capaces de detectar una ‘grieta’ en su armadura», explicó Lilly.

Fuente: bbc.com

Redacción QUO