Se trata de un parásito capaz de erigirse como el Drácula de los pájaros.
Cuando son adultos, depositan sus huevos en los nidos de los pinzones y otras aves. Al romperlos las larvas, se alimentan de la sangre de los polluelos y de las propias madres.
Esta especie existe en el archipiélago solo desde hace dos décadas. Según la última investigación, recogida en el Annals of the Entomological Society of America, los científicos documentaron su presencia en dos lugares cercanos a la costa de Ecuador, lo que apunta a su introducción accidental.
No obstante, existe una especie que parece que le está ganando la batalla a esta mosca. “Los mockingbirds parecen sufrir, en menor medida que los pinzones, las consecuencias negativas de este parasitismo porque tienen un mecanismo que les permite minimizar el daño que causa el insecto, en este caso, la pérdida de sangre”, explica Elena Arriero, investigadora del departamento de Zoología y Antropología Física de la UCM y coautora del trabajo, publicado en Ecology.
La estrategia de defensa de los mockingbirds consiste en pedir más comida. Se alimentan mejor, desarrollan sus defensas y pueden defenderse ante el poder de las moscas.¿Cómo lo descubrieron? “Nosotros partimos de una base de relaciones que llevaban sucediendo entre estas dos especies a lo largo del tiempo”, explica Arriero.
Los investigadores colocaron cámaras de vídeo y dispositivos de grabación en los nidos. Fumigaron los hogares de ambas especies (pinzones y mockingbirds) con un insecticida llamado permetrina, una sustancia química ampliamente extendida capaz de repeler a insectos, ácaros y piojos. Según la bióloga, las crías de los nidos infestados por el insecto mostraron, con el tiempo, un peso menor a los que vivían en pisos fumigados.
“Los mockingbirds, al mostrarse más activos pidiendo comida y así recibir más alimento por parte de sus padres, son capaces de compensar el efecto negativo del parasitismo, de manera que sufren, en menor medida, las consecuencias de la infestación por estas moscas”, aclara.
Redacción QUO