Son contados los casos en los que los científicos han descubierto que el ADN de una especie salta a otra. Pero ocurren. Una herramienta para descubrir esto es la huella de su ADN que dejan los parásitos en el huésped y que puede encontrarse hasta millones de años después, una suerte de ADN fósil, por decirlo de algún modo.Precisamente eso es lo que ha encontrado un equipo internacional de investigadores dirigido por Alexander Suh, de la Universidad de Uppsala. Suh es un experto en el estudio de los pequeños fragmentos de ADN que tienden a saltar de un lugar a otro y son conocidos como elementos de transposición. Mediante la búsqueda en bases de datos de ADN, el equipo de Suh descubrió un nuevo elemento que infecta a las aves y a gusanos, estos últimos, parásitos de los seres humanos y otros mamíferos.
El elemento descubierto por los expertos ha dejado sus huellas en siete grupos diferentes de aves, entre las que se encuentran loros, colibríes y saltarines (Pipridae) a lo largo de diferentes oleadas y en sitios tan dispares como el continente americano o Madagascar.
Ciertas enfermedades como la gripe aviar o el SIDA, han llegado a los humanos a través de animales huéspedes. Sin embargo, hay muchas otras enfermedades humanas cuyos anfitriones se desconocen, entre ellos la filariasis linfática y la loasis, dos graves enfermedades tropicales causadas por gusanos y transmitidas por mosquitos. De ahí la importancia del presente estudio, publicado en Nature Communications, al revelar que estas especies de parásitos humanos ya se encontraban en aves desde hace al menos 17 millones de años. Probablemente en aquellos tiempos no infectaron a los mamíferos, ya que no se han encontrado restos del parásito en ellos. Por ahora, ya que desafortunadamente los epidemiólogos conocen de sobra ejemplos de parásitos que han pasado de aves a mamíferos.

Juan Scaliter