Durante mucho tiempo, a los científicos que estudian el canto de las aves y el lenguaje humano, les ha intrigado la posibilidad de que el habla y la música humanas puedan estar enraizadas en procesos biológicos compartidos. Ahora, una investigación de biólogos de la Universidad McGill y publicada, en Current Biology, proporciona nueva evidencia para apoyar esta teoría.
En una serie de experimentos, los investigadores, liderados por Jon Sakata, descubrieron que los diamantes cebra de Timor, también conocidos como pinzones cebra (Taeniopygia guttata), una especie utilizada a menudo para estudiar el canto de los pájaros, tienen un sesgo intrínseco a la hora de aprender a producir determinados tipos de patrones de sonido.
La idea de los experimentos se inspiró en las hipótesis actuales sobre el lenguaje humano y la música. Los lingüistas han descubierto que las lenguas del mundo comparten muchas características comunes, denominadas «universales». Estas características abarcan la estructura sintáctica de los lenguajes (por ejemplo, el orden de las palabras) así como los patrones acústicos de habla más finos, tales como el tiempo, el tono y el énfasis de los enunciados. Algunos teóricos, incluido Noam Chomsky, han postulado que estos patrones reflejan una «gramática universal» construida sobre mecanismos cerebrales innatos que promueven y sesgan el aprendizaje del lenguaje.

Al mismo tiempo, amplios estudios realizados en pinzones de cebra, han documentado una variedad de patrones acústicos que se encuentran universalmente en todas las poblaciones. “Debido a que la naturaleza de estos patrones universales tiene similitud con los humanos y porque los pájaros cantores aprenden sus vocalizaciones de la misma manera que los humanos adquieren el habla y el lenguaje, nos vimos motivados a probar la predisposición biológica en el aprendizaje vocal de los pájaros cantores”, explica Logan James, coautor del estudio, en un comunicado.

Con el fin de aislar las predisposiciones biológicas, el equipo de Sakata instruyó individualmente a pinzones cebra jóvenes con canciones que constaban de cinco elementos acústicos dispuestos en todas las secuencias posibles. Las aves fueron expuestas a cada permutación de secuencia en igual proporción y en un orden aleatorio. Cada pinzón, por lo tanto, tuvo que «elegir» individualmente qué secuencias producir a partir de este buffet de cantos de pájaros.
Al final, los patrones que las aves de laboratorio preferían producir eran muy similares a los observados en las poblaciones silvestres.
“En el futuro inmediato – concluye Sakata – queremos revelar cómo los mecanismos de procesamiento auditivo en el cerebro, así como aspectos de aprendizaje y control motor, subyacen a estos sesgos de aprendizaje”.

Juan Scaliter