Los colonizadores humanos transportaron pollos (Gallus gallus domesticus) a todos los archipiélagos del este de Polinesia entre los siglos X y XIII. Sin embargo, su origen en Nueva Zelanda todavía está discutido. Según una investigación publicada en la revista Royal Society Open Science, pudieron haber llegado en los viajes de James Cook.

A través del análisis de restos antiguos de gallinas, los investigadores lograron establecer un nexo de unión entre la especie europea y las que habitaron allí al final del siglo XVIII. Los datos revelaron que sus huesos no eran prehistóricos, pero sí los más antiguos conocidos en Nueva Zelanda.

Dos de los huesos coinciden, respectivamente, con un asentamiento europeo que comenzó en el año 1803 y el segundo viaje de James Cook (1773-1774). “Por lo tanto, es probable que sean pollos, o la progenie de los mismos, liberados durante ese viaje”, aducen los autores. Los maoríes pudieron haber integrado a las gallinas en sus recursos de subsistencia a partir de entonces.

La colonización de las islas durante los siglos XI y XIII trajo a la Polinesia especies como el cerdo (Sus scrofa) el taro (Colocasia esculenta), el porongo (Lagenaria siceraria) la rata del Pacífico (Rattus exulans) y el pollo. Los maories podrían proceder del sudeste asiático, de donde traerían estos animales y plantas.

La multiplicación de los pollos en el archipiélago desde finales del siglo XVIII coincide con fenómenos parecidos sucedidos con plantas como patatas, zanahorias o coles. “Los maories se dieron cuenta rápido del potencial de los nuevos recursos y rápidamente los integraron en su vida diaria”, explican los investigadores.

Redacción QUO