Ya lo decían Los Rodríguez: Hace calor, hace calor, yo estaba esperando que cantes mi canción… Y quizás los que esperaban que canten su canción no eran otros que los pinzones cebra (Taeniopygia guttata), también conocidos como diamantes mandarín.
De acuerdo con un estudio publicado en Science, el canto de estas aves tiene el objetivo de “avisar” a sus polluelos dentro del huevo, que las temperaturas en el exterior son muy altas. Pero solo lo hacen en determinadas condiciones: si las temperaturas están por encima de los 26º C y cuando falta poco para que los huevos eclosionen (cuando el embrión ya tiene los órganos auditivos y el cerebro adaptado para comprender el mensaje). Mylene Mariette y Katherine Buchanan, zoólogas de la Universidad Deakin de Australia y responsables de la investigación, pusieron a prueba su hipótesis grabando las “nanas” de los pinzones cebra y poniéndolas como música de fondo en una incubadora. A algunos huevos se les hizo escuchar la llamada habitual de los padres y a otros, solo la canción del verano.
Los resultados mostraron que los polluelos nacidos con la alerta del calor, se desarrollaron más lento y nacieron más pequeños que el resto, una ventaja a la hora de enfriarse en climas muy cálidos. Las expertas realizaron un seguimiento de las aves y descubrieron que, a lo largo del tiempo y a pesar de haber nacido más pequeñas, la advertencia de sus padres les permitió sobrevivir mejor y tener un mayor número de descendientes que aquellas a las que no les cantaron. Según el estudio “al señalar acústicamente a los embriones las altas temperaturas exteriores, los pinzones cebra son capaces de programar la curva de desarrollo de sus crías”.
Juan Scaliter