Una extensión de más de 100.000 hectáreas (más grande que Singapur), el hogar de 4.000 especies, entre ellas el lince ibérico en peligro de extinción, patrimonio de la humanidad y uno de los más importantes refugios para aves migratorias. Eso es, entre otras cosas, Doñana. Y, de acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) se está secando ya que recibe apenas un 20% del agua que precisa y el año que viene la UNESCO podría ponerlo en su lista de sitios en peligro.
“Cuando se comienzan a acumular todo tipo de problemas y amenazas en un ecosistema – explica en un comunicado Juan Carlos del Olmo, director de WWF España – puede que nos despertemos un día y el lugar ya no sea lo que era. Eso es lo que está sucediendo con Doñana”.
Según afirma un estudio realizado por el WWF, esto se debería a la agricultura ilegal. Una parte de Doñana y sus zonas vecinas producen el 70% de todas las fresas cultivadas en España. Pero ese es solo uno de los obstáculos. Solo una parte del humedal tiene la condición de ultra-protegida, el resto es una reserva natural donde se permiten actividades como la agricultura sostenible. Y esa puede ser la razón para que en los últimos años hayan aparecido unos 1.000 pozos de agua ilegales y unas 3.000 hectáreas de granjas sin permisos. «Más del 80% de las marismas se han perdido desde el comienzo del siglo XX, junto con el 90% de los lagos poco profundos de temporada”, señala el informe.
Otros problemas incluyen el dragado previsto del río Guadalquivir para que sea más profundo y permitir el paso de naves de carga y cruceros para llegar al puerto de Sevilla, el permiso para usar depósitos de gas natural agotados en la zona, como sitios de almacenamiento subterráneo de consumo posterior, lo que implicará la construcción de aún más tuberías en una zona frágil.
Y a todo esto se le suma la reapertura de la cercana mina de Aznalcóllar, que provocó, en 1998, uno de los peores desastres ecológicos de España, cuando un dique se rompió y se liberaron desechos tóxicos en un río. Aquella vez Doñana se salvó por poco de residuos que hubieran llenado 2.000 piscinas olímpicas y que entre otros rastros dejaron “30.000 kilogramos de peces muertos”, según el WWF
Juan Scaliter