La coprofagia, es decir, comer heces, es una práctica que no resulta tan extraño entre los mamíferos y, especialmente entre los perros. Hasta la fecha, se creía que la causa que lo motivaba podía deberse a que los animales que la realizaban padecían desnutrición o algún tipo de comportamiento compulsivo. Pero un nuevo estudio publicado en Veterinary Medicine and Science, echa por tierra esas creencias.

Los investigadores analizaron a unos 3000 perros que mostraban comportamientos coprófagos (es decir, que comían heces propias o ajenas al menos dos veces al mes), y descubrieron que los casos de desnutrición y trastornos compulsivos eran excepcionales entre los animales que conformaban la muestra. También observaron que, salvo algunos casos concretos, los perros solo comían heces que fueran recientes. Por eso, los autores del estudio han desarrollado otra hipótesis.

Creen que se trata de un comportamiento instintivo heredado de los lobos. Según explica, estos expulsan huevos de parásitos en sus heces. Pero, en la mayoría de los casos no hay riesgo de infección si se comen cuando todavía están frescas, debido a que generalmente no hay riesgo de que eclosionen y den lugar a la aparición de las larvas que provocan la infección, hasta que han transcurrido al menos dos días. De esta manera, comiendo heces frescas, los perros estarían desarrollando un mecanismo instintivo que les protegería de los parásitos.

De todas formas, esta hipótesis solo explica la preferencia d elos animlaes hacia los excrementos recientes, pero no la cusa definitiva que les impulsa a este comportamiento.

Vicente Fernández López