En los últimos años erupciones como las de Kilauea o Fuego han provocado el miedo de la población. Asombrados ante la avalancha de noticias de actividad volcánica, creemos que los efectos del cambio climático o la huella del ser humano sobre la Tierra han acrecentado el ritmo de las catástrofes naturales. Sin embargo, esto es solo una percepción del cerebro denominada “sesgo de confirmación”, un engaño de la mente en el que se le da un valor preponderante a datos y sucesos que han generado impacto o calado social o que refuerzan las creencias personales del individuo.
Cuando ocurre un suceso notable, el cerebro asocia una idea y un sentimiento a esa circunstancia. Un récord mundial logrado por un jugador de fútbol corriente hará que lo recordemos por su éxito y lo valoremos más que a otros que, de media, son mucho mejores.
El vulcanólogo Erik Klemetti explica en un artículo publicado en Discover que el cerebro humano utiliza patrones de pensamiento similares a la hora de enfrentarse a las catástrofes naturales, en este caso a la avalancha de información sobre actividad volcánica y sísmica. El aparente incremento de las erupciones viene asociado, según Klemetti, al aumento del acceso a datos. “Cuando analizas las erupciones de los últimos doscientos años, lo primero que parece es que existe un incremento. Sin embargo, ¿qué ocurrió durante los doscientos años anteriores?”.
Klemetti pide mantener la calma: “No, no está aumentando la actividad volcánica”. El miedo es consecuencia de la sobreinformación. “Si vemos las noticias y aparece algo que contradice nuestros patrones de pensamiento a largo plazo, creemos que hay cambios. El incremento de las erupciones de alto perfil en el mundo hace que la gente se preocupe. Sin embargo, una vez se miran los datos y las estadísticas de erupciones de los últimos milenios, no existe ningún aumento”. Lo mismo ocurre con los terremotos.
Uno de los errores más comunes que cometemos es no darnos cuenta de que el acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (satélites, webcams, sismómetros, infrasonidos, redes sociales) y, en esencia, a todo aquello que deriva de la globalización, provoca que nuestro cerebro se sature de datos y crea ver entre tantas referencias un incremento de aquello a lo que se expone. “Una explosión en las remotas islas Aleutianas de Alaska hace 200 años habría pasado desapercibida”, sentencia el vulcanólogo. Ahora, sin embargo, puede llegar a ser tendencia en Facebook o Twitter y aparecer en los telediarios, lo que podría avivar ese “sesgo de confirmación” y hacernos creer que es algo fuera de lo común.
Redacción QUO