Las tortugas marinas llevan más de cien millones de años nadando en los océanos, pero de las siete especies que existen, seis están amenazadas y tres de ellas de forma crítica. Una de las causas son las enfermedades emergentes, cuyo efecto se ve aumentado por la globalización, la dispersión de especies invasoras portadoras de patógenos, y por el cambio climático. Un estudio internacional liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descrito una nueva enfermedad emergente causada por un hongo que afecta a embriones de tortugas marinas.

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Melissa Sarmiento-Rodríguez

“La descripción de esta enfermedad emergente en tortugas marinas (STEF, Sea Turtle Egg Fusariosis) alerta sobre la necesidad de controlar esta patología en el diseño de planes conservación de estas especies amenazadas, alguna de las cuales están en peligro crítico de extinción en regiones biogeográficas concretas como el Pacifico”, señala Javier Diéguez-Uribeondo, científico del Real Jardín Botánico (CSIC) e investigador principal del estudio, cuyos resultados se han publicado en la revista PLOS Pathogens.

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María Martínez-Ríos

Las primeras mortalidades masivas en anidaciones de tortugas marinas fueron detectadas en Cabo Verde en 2010 por Diéguez-Uribeondo y Adolfo Marco, también investigador del CSIC. “Posteriores estudios de los microrganismos aislados de estas áreas afectadas permitieron conocer las especies patógenas involucradas. Las dos pertenecen al género Fusarium y se han detectado en todas las especies de tortugas marinas, y áreas de anidación estudiadas: Australia, Cabo Verde, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Estados Unidos, Gabón, o Islas Ascensión”, indica Diéguez-Uribeondo.

Los científicos alertan sobre la necesidad de aumentar el conocimiento sobre la biología y diversidad genética de estos patógenos. El estudio lo han realizado investigadores del laboratorio de hongos patógenos emergentes del Real Jardín Botánico (CSIC) en colaboración con investigadores de las Universidades de Pennsylvania y California y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). La investigación ha sido posible gracias al trabajo con las colecciones de cultivos de patógenos del género Fusarium del Real Jardín Botánico. Este centro de investigación posee colecciones de hongos relacionados con el declive de la biodiversidad con un total de más de 3.000 ejemplares y secuencias de ADN para el estudio de enfermedades emergentes en especies amenazadas.

Marian Benito