Cuando en 2014 la Universidad de Queensland, Australia, comenzó su estudio (Rivers to Reef to Turtles), seguramente no esperaban que el impacto humano llegara tan lejos. Los expertos, liderados por Amy Heffernan, hallaron en la sangre de tortugas marinas restos de medicamentos humanos y sustancias domésticas. En el marco de un proyecto de conservación, se detectaron restos de fármacos para el corazón (milrinona) y la gota (alopurinol), así como productos químicos cosméticos e industriales, entre los cientos de miles de sustancias en el torrente sanguíneo de las tortugas. La exposición a estas sustancias había provocado efectos secundarios como inflamación y disfunción hepática.
«Los seres humanos – asegura Heffernan en un comunicado – están poniendo una gran cantidad de sustancias químicas en el medio ambiente y no siempre sabemos lo que son y qué efecto están teniendo. Lo que usted dejamos bajo el fregadero, rociamos en las granjas o los desechos industriales terminan en los océanos”.

Los investigadores analizaron muestras de tortugas verdes (Chelonia mydas) en la bahía de Cleveland y la bahía de Upstart, así como las remotas islas de Howicks. De acuerdo con el estudio, las tortugas podrían ser utilizadas como una herramienta de monitoreo biológico para averiguar qué productos químicos estaban entrando en las aguas de los arrecifes y cuál podría ser su impacto en la vida marina. Ya en 2015, un grupo de científicos de la Universidad de Virginia, señalaban que la oxibenzona, un producto químico utilizado en los protectores solares podría estar causando daños masivos a los arrecifes de coral en todo el mundo y amenazando su existencia.
Así se ven los arrecifes a vista de tortuga.

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Juan Scaliter