Ellas surcan ingrávidas las profundidades azules, ignorando la belleza que su vuelo submarino despierta en quienes las observan. Y también el desconcierto que crean entre los expertos. Rayas, mantas y mantarrayas se mezclan en el océano y reciben, según el lugar, nombres locales que confunden a los especialistas.
“Todo el grupo de las rayas, mantas y mantarrayas”, nos cuenta Javier Gimeno, biólogo conservador de Faunia, “está englobado en el orden Rajiformes, que quiere decir con forma de radios, como los de una bicicleta” (véase la imagen del fósil Cyclobatis minor).
Todas ellas pertenecen a un grupo de peces muy antiguo, del superorden Batoidea, y en muchos sentidos están emparentadas con los tiburones: no tienen escamas y su esqueleto es cartilaginoso. De hecho, el tiburón gato, según recientes análisis de ADN, está más cerca de los batoideos que de los escualos. Será por una cuestión de diversidad, porque si algo tiene este superorden es variedad. “Algunas son bentónicas (viven en el fondo), y otras son pelágicas (viven nadando por el océano abierto). Algunas se reúnen en cardúmenes de varios cientos de individuos para la reproducción y alimentación, y otras son solitarias.”
250 millones de años de evolución
Su cuerpo se ha adaptado, desde el Triásico, a sus necesidades alimenticias. Por ejemplo, las especies que se alimentan de lo que encuentran en el fondo marino tienen bocas ventrales que les permiten hallar su dieta más fácilmente, mientras que las pelágicas tienen la boca frontal, como sus primos, los tiburones.
Otra adaptación es su hígado, que, lleno de aceite, les permite regular su flotabilidad. Así, ciertas especies bentónicas tienen el hígado más pequeño, ya que no precisan flotar tanto y así permanecen mejor en el fondo marino, donde se alimentan. Respecto a si son migratorias, pues lo dicho anteriormente. Algunas sí. Otras no. Un reciente estudio sobre mantarrayas (Manta birostris) de la doctora Andrea Marshall, de la Universidad de Queensland, ha demostrado con seguimiento satelital que pueden desplazarse hasta 1.100 kilómetros a través del océano. ¿Adónde van? ¿Qué hacen allí? ¿Dónde nacen sus crías? Aún se desconoce.
Lo que sí se sabe con certeza es que estos animales, tienen el cerebro más grande (en proporción a su cuerpo) de la familia de las rayas y los tiburones. De hecho, son capaces de aprender pequeñas tareas (ir a buscar objetos, pedir alimento agitando sus “alas”), una vez que las ven como una rutina.
Y es que las grandes desconocidas del mar aún esconden secretos que van más allá de su belleza.
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