España está repleta de tesoros. Y no hablamos de míticas joyas moriscas. Son reliquias acuñadas por la naturaleza durante siglos, muchas descubiertas por casualidad. Como la cueva del Geoparque de las Villuercas, que surgió de las entrañas de la tierra como por arte de magia en 1967, cuando el suelo se hundió por la acción de un arado. Es probable que el labrador hubiera preferido encontrar allí el botín de un bandolero, pero sus hermosas formaciones geológicas son más valiosas para los geólogos.
En este reportaje te proponemos 13 tesoros naturales seleccionados por geólogos, biólogos y naturalistas. Pero estas joyas no durarán siempre si no se cuidan. Hasta hace muy poco, la orquídea pirenaica conocida como “zapatito de dama” era arrancada sin misericordia por almas sedientas de amor.
Hoy, si lo haces, el romanticismo te costará una multa de 16.000 euros. Otro tanto sucede con el coral naranja de las costas mediterráneas, dañado involuntariamente por decenas de buceadores aficionados. A estos aún no les multan, pero los clubes se plantean darles cursillos para aprender a distinguir estos pólipos y respetarlos.
Los “canutos” son formaciones vegetales supervivientes del Terciario. Se extienden formando espesas galerías, en las que florecen especies tan raras como el helecho Christella dentata.
La salamandra rabilarga (Chioglossa lusitanica) es un ejemplar casi extinto. De estilizada figura, aún se la ve en Galicia, donde la llaman saramanga. Los lugareños la utilizan para saber si el agua es potable.
Presente en casi todo el litoral mediterráneo, el Astroides calycularis, es un pólipo muy frágil. El simple golpe accidental de la aleta de un buceador puede dañarlo fatalmente.
No echa fuego por la boca, pero el lagarto de la Gomera (Gallotia bravoana) es el rey de las montañas de esta isla canaria. Allí, refugiado en inaccesibles riscos, ha sobrevivido a duras penas a sus peores enemigos: los gatos y las ratas.
Conocido por el nombre científico de Fringilla teydea, este ave era desconocida para la ciencia hasta 1900. Vive en Gran Canaria y Tenerife, y en 2008, un incendio casi acabó con la colonia tinerfeña. Se salvaron solamente 250.
El príncipe de los abetos
El elegante pinsapo (Abies pinsapo), habitual presencia de los bosques de Málaga, es una especie casi única, ya que solo tiene parientes en Marruecos. Fue descubierto en 1938 por dos farmacéuticos malagueños y descrito por el suizo Pierre E. Boissier en Viaje botánico al Sur de España.
Son la principal característica de la libélula Macromia splendens. Se la considera una reliquia de los arroyos extremeños, porque es una superviviente de las glaciaciones. Actualmente, solo vive en fuentes de agua no contaminadas.
Fotografía: Carlos Tovar Breña «Carpóforo»
Pese a su nombre, dos de las poblaciones de esta flor azulada (Aster pyrenaus) están en Asturias. Para evitar su extinción, se conservan sus semillas en el banco de germoplasma de Oviedo.
EXTREMADURA
Cueva
La cueva del Geoparque de las Villuercas, en Cáceres, hallada en 1967, es un paraíso para químicos y geólogos, que estudian sus estructuras formadas por minerales. Algunos, desconocidos.
Los árabes lo llamaban araar, y nosotros, sabina mora, pero su nombre científico es Juniperus phoenicea. Y haciendo honor a la cita bíblica, las bayas de este árbol típico del paisaje de Cartagena, son tóxicas.
Se creía que el sapito balear (Alytes muletensis) había desaparecido, ya que de él solo habían hallado restos óseos. Hasta que en 1980 encontraron los primeros ejemplares vivos.
El declive del Aphanius iberus, pez conocido como fartet, empezó en 1921 con el acoso de la gambusia, especie introducida para acabar con el mosquito que transmitía el paludismo. Actualmente sobrevive en aguas del litoral catalán.
Es el nombre popular de la Cypripedium calceolus, orquídea pirenaica que solo florece tres semanas en verano. Una flor que fue diezmada por una leyenda que dice que quien coja una se casará con una persona bella.