Constituyen un ingrediente infalible para inspirar terror, pero las arañas no merecen su fama. Del centenar de especies cuya mordedura puede afectar al ser humano, apenas diez resultan realmente peligrosas. Este es solo uno de los argumentos con los que la exposición Au fil des araignées (Al hilo de las arañas) pretende otorgarles un lugar más digno en la consideración colectiva. Hasta el próximo 2 de julio las dará a conocer desde el Museo Nacional de Historia Natural de París (Francia), por medio de imágenes como las de estas páginas, especies vivas, reproducciones de gran tamaño y muestras interactivas.

En ellas queda reflejada una versatilidad que las ha llevado a conquistar los más diversos hábitats, incluida nuestra atmósfera, por la que algunas viajan pendientes de un hilo.

El capricho evolutivo que les permitió generar seda abrió ante ellas un extenso abanico de posibilidades: casi todas la utilizan para dejar tras de sí una línea de seguridad a la que asirse en caso de emergencia. Pero mientras unas construyen con ella telas que atraviesan ríos, otras elaboran una red que lanzar desde lo alto a sus presas, o adhieren al extremo del hilo una sustancia pegajosa y la arrojan para atrapar mariposas al vuelo. El fino y resistente material sirve también como cemento para sustentar construcciones de hojas y barro, albergar la puesta de huevos, y como botella de oxígeno. La única especie de agua conocida, la Argyroneta aquatica, teje una bombona de seda en la que encierra el aire atrapado de la superficie entre sus pelos.

La mayoría puede saltar, y ninguna de ellas come: todas se beben a sus víctimas tras licuarlas con sus jugos salivares. Pero tranquilo: con lo máximo que se atreven es con un ratón.

Aparejos de escalada

Las especies del grupo Dionycha solo tienen dos garras en lugar de las tres habituales en especies tejedoras. En la imagen, tomada con microscopio electrónico, se aprecia también una mata pilosa que le permite adherirse con fuerza a superficies tan lisas como el cristal.

Fábrica de telas

Las hileras son glándulas situadas sobre el ano, en el extremo del abdomen. Todas las arañas segregan por ellas proteínas líquidas que se solidifican en contacto con el aire y forman la seda.

 

Soy una fruta

Eso parece decir la Araneus Alsine, conocida en algunas zonas como araña fresa. Su aspecto resulta tan evidente que, cuando sale de caza, recurre al ingenioso truco de enrollar una hoja y ocultarse en ella. Previamente ha tejido una tela en la que algún suculento insecto puede quedar atrapado.

Cortejo por percusión

Es el que practican los machos de la especie Philodromus rufus walckenaer, que hacen vibrar sus patas sobre el suelo para atraer a las hembras.

 

 

Escarlata y negro

La combinación cromática que luce el macho de araña moteada saltadora (Eresus Cinnaberinus) puede resultar inquietante para los depredadores. Acecha a sus presas desde una oquedad tapada con seda.

Solo abdomen…

…parece la Ebrechtella Tricuspidata, cuyas patas y cabeza se confunden con las hojas sobre las que espera ver pasar su menú.

Entre las flores

Es donde caza la araña cangrejo (Misumena Vatia). El brillante amarillo de la hembra se disimula perfectamente en un colorido jardín. Puede caminar en cualquier dirección, y atrapa a sus presas con los dos pares de patas delanteras, más largos. Solo usa la tela para proteger la puesta.

No me delates

Las Thomisus onustus fabrica hilo, pero lo utiliza principalmente para desplazarse y para fabricar capullos para sus crías. A la hora de cazar, prefiere recurrir a la paciencia y acurrucarse al acecho de un buen manjar.

La gladiadora

El sobrenombre de la Deinopis proviene de su costumbre de elaborar una tela más o menos circular que lanzará sobre sus presas para inmovilizarlas. El truco aparece en cualquier película de romanos con lucha en el circo.

Sobre mojado

Para acceder a las presas del entorno acuático, la Dolomedes fimbriatus se oculta entre los juncos, mientras se mantiene a flote. Llegado el caso, también puede darse una zambullida, aunque no desplazarse a nado.

 

Con trampa

La araña de la cruz (Araneus diadematus) revisa todos los días su tela, para reparar los posibles daños. Cuando consigue una presa, la empaqueta inmediatamente con su hilo y suele dejarla en reserva para comerla más tarde.