Cuando les contaba cuentos de hadas a mis niños, me di cuenta de que nunca las había escuchado de pequeño. Por eso, un día decidí inventar mis propios cuentos y comencé a construir escenarios fantásticos para unas protagonistas diminutas: las hormigas.” De este modo fue como el fotógrafo ruso Andrey Pavlov se inició en el arte de retratar a estos insectos en el patio de su casa.
Su primera tarea fue aprender todo lo posible sobre las costumbres de sus modelos. Así descubrió que siguen un camino muy establecido cuando están trabajando. Y se aprovechó de ello. Su tarea, básicamente constaba de dos elementos principales: la disposición del escenario y la paciencia. Pavlov se sentaba durante horas a observar de qué modo interactuaban las hormigas con su atrezo, y cuando veía algo que le llamaba la atención, lo congelaba en el tiempo con su cámara. El autor de la imágenes no usó más que un par de cámaras convencionales con lentes macro. Nada de Photoshop ni hormigas muertas en esta serie denominada Mundo fantástico de hormigas. Ni siquiera químicos.
Química insectil
Y es que si Pavlov hubiera hablado antes con el artista y diseñador Ollie Palmer, del University College de Londres, o con la bióloga Seirian Sumner, quizá su trabajo habría sido más sencillo.
Lo que Sumner y Palmer han hecho, aquí en España, es jugar con hormigas a un nivel químico. Han creado primero una feromona que resulte atractiva para las hormigas y que las impulse a seguir su olor. Luego, en una mesa de unos dos metros de diámetro han puesto un brazo robótico que, a intervalos regulares, dispara estas feromonas sobre la mesa en un patrón casi laberíntico. A partir de ese momento, lo único que tuvieron que esperar fue que las hormigas siguieran el rastro dejado por el robot y se pasearan por toda la mesa siguiendo la ruta diseñada por Palmer y Sumner.
La importancia de este experimento reside en que serviría para comprender de qué modo los humanos podemos intervenir en la formación o destrucción de enormes colonias que resulten dañinas para las cosechas.