La unión hace la fuerza. Un estornino de 20 cm de tamaño no puede competir con las afiladas garras de un halcón de casi 38 cm. Pero miles de ellos sí. Como en una película de zombis, es la fuerza del número lo que imprime carácter.
Seguramente, todos hemos contemplado las nubes de estorninos que sobrevuelan al atardecer los cielos de muchas ciudades europeas y asiáticas en compactas formaciones, ofreciendo un espectáculo similar a un ballet aéreo. Ahora, los científicos desentrañan por primera vez las claves de este comportamiento gregario.

De seis en seis
Entre un estornino cualquiera, llamémoslo A, y otro calificado como B, siempre hay seis pájaros de separación. Los investigadores han descubierto que cada ave está ligada a otras seis, a las que nunca pierde de vista, ya que se mantiene como mucho a un metro de distancia de ellas; y cada una de esas aves está, a su vez, vinculada a otras seis. Gracias a la suma de estas interrelaciones es como los estorninos construyen sus formaciones, cuya cohesión no parece romperse nunca.

Algunos machos rechazan la seguridad del grupo para atraer a las hembras

Sin embargo, volar en formación no es un mero capricho estético, sino una cuestión de supervivencia. Porque cuanto mayor es el grupo, menos probabilidad tiene cada individuo de ser capturado por un depredador. La zona más segura es el corazón de la bandada, un área exclusiva que solo ocupan los más privilegiados: los machos de más edad. Por el contrario, las hembras y los machos jóvenes son desplazados a los bordes de la formación, que es la zona más expuesta a las incursiones de las rapaces. Esta aparente injusticia queda parcialmente compensada por el hecho de que la mayor acumulación de individuos en la parte exterior crea un efecto muro que, en ocasiones (pocas, todo hay que decirlo), disuade a los depredadores de lanzarse al ataque.

Los ‘chulitos’ de la bandada
Pero lo más sorprendente es que los investigadores han descubierto que algunos machos no tienen miedo al peligro. Despreciando la seguridad de la formación, algunos vuelan en solitario. ¿Por qué?
“Son los vigías”, explica Amotz Zahavi, un biólogo israelí que lleva una década estudiando el comportamiento de los estorninos. “Arriesgan su vida para alertar a sus congéneres.” ¿Pero qué les impulsa a rechazar la protección de la masa y a sacrificarse por el bien colectivo? ¿Existe un comportamiento altruista entre las aves? “Lo hacen por prestigio social, por decirlo de algún modo”, explica Zahavi. “Un macho capaz de desafiar a las rapaces en solitario les está diciendo a las hembras que es el más hábil del grupo y, por tanto, la mejor opción para aparearse”.

Como si fuera una gigantesca ballena, una bandada de estorninos sobrevuela el cielo de la localidad israelí de Arava formando una nube tan compacta que ningún individuo queda aislado del grupo.

Durante su vuelo, estas aves crean en el cielo enigmáticas figuras. No es extraño que los antiguos griegos practicaran la ornitomancia, técnica adivinatoria consistente en interpretar el vuelo de los pájaros para conocer el futuro.

Clasismo aviar

La estructura de la formación refleja un estatus social. Los machos veteranos se sitúan en el centro, donde hay menos probabilidades de ser atrapado por un depredador, y las hembras jóvenes son relegadas a los bordes.

Aunque parezca lo contrario, el corazón de la formación está más despoblado que los bordes, donde se agrupa el mayor número de ejemplares.

Como si fuera una plaga de proporciones bíblicas, una bandada de miles de estorninos puede causar un problema zoosanitario por culpa de sus excrementos.

Los halcones sobrevuelan amenazadoramente la nube de estorninos. Rápidamente, el enjambre comienza a estirarse y encogerse. Con esta estrategia, los pequeños pájaros crean fuertes corrientes de aire que actúan como barrera defensiva contra las rapaces.

Red común

Cada pájaro (como el del círculo amarillo) procura no perder de vista a otros seis (los del círculo rojo), y cada uno de estos está ligado a su vez a otros tantos. Así se crea la malla que mantiene cohesionada la espectacular formación.

 

Pese a ser un animal gregario, puede confiar en el ser humano y comer de su mano.