Los primeros restos de huevos con cáscara que conocemos corresponden a Lufengosaurus, unos dinosaurios cuellilargos que vivieron hace 190 millones de años en lo que hoy es la ciudad china de Lufeng. Desde entonces, la evolución ha ido diversificando este sistema de protección del embrión utilizada por reptiles, aves e incluso dos tipos de mamíferos: la equidna y el ornitorrinco. Las formas, tamaños, colores y texturas están condicionados por factores como la anatomía de la madre y la necesidad de camuflarse e incluso de evitarles rodar por un acantilado, mientras el grosor se debate entre proteger al embrión y permitirle salir al exterior sin sufrir demasiado. Lo que no ha cambiado es la emoción de verlos romperse para dejar paso a la vida.
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