Está claro que los volcanes son colosos mortales a los que bastan unas horas para gestar una tragedia mayúscula, pero lo cierto es que la naturaleza del peligro varía de unos a otros. Algunos no son especialmente feroces, pero la población asentada junto a ellos es muy numerosa, por lo que una mala evacuación en caso de erupción podría ser fatal.
Otros despiden un tipo de lava muy veloz de la que es difícil escapar o pueden manchar la atmósfera con una ceniza como la que sepultó kilómetros cuadrados en el volcán de Fuego este año. Otros volcanes producen explosiones equivalentes a miles de bombas nucleares o, por su localización, provocan fenómenos naturales destructores, como los tsunamis.
Redacción QUO