El consumo de carne está en el centro de una batalla entre los productores a gran escala, y los defensores del clima y la biodiversidad. Un estudio muestra cómo afecta a la pérdida de biodiversidad del planeta y da soluciones para cambiar hábitos. 

Un interesante estudio coloca el consumo de carne como una responsabilidad prioritaria en la pérdida de biodiversidad del planeta, y propone una hoja de ruta para empezar a hacer las cosas de otra manera.

Según el artículo, publicado en Science, lleva como título Conservación de la biodiversidad: La clave es reducir el consumo de carne.

Los autores explican que el consumo de productos alimenticios de origen animal por parte de los seres humanos es una de las fuerzas negativas más poderosas que afectan la conservación de los ecosistemas terrestres y la diversidad biológica.

Según el estudio, la producción ganadera a gran escala es el principal impulsor de la pérdida de hábitat, y no solo en occidente. Tanto la producción de ganado como de materias primas están aumentando en los países tropicales en desarrollo donde reside la mayor parte de la diversidad biológica.

El consumo de carne de animales silvestres en África y el sureste de Asia, así como la alta tasa de crecimiento del consumo de ganado per cápita en China, son motivo de especial preocupación.

No hay tierra suficiente para el consumo de carne previsto en 2050

La base de tierra proyectada requerida para 2050 para apoyar la producción ganadera en varios países megadiversos excede el 30-50% de sus áreas agrícolas actuales.

La producción ganadera es también una de las principales causas del cambio climático, la pérdida de suelo, la contaminación del agua y los nutrientes y la disminución de los depredadores y herbívoros salvajes, lo que agrava las presiones sobre los ecosistemas y la biodiversidad.

Es posible reducir en gran medida los impactos del consumo de productos animales por parte de los seres humanos en los ecosistemas naturales y la biodiversidad, al tiempo que se satisfacen las necesidades nutricionales de las personas, incluidos los entre 2 y 3 mil millones de personas más que se agregarán a la población humana.

El artículo sugiere que los impactos pueden remediarse mediante varias soluciones:

  1. Reducir la demanda de productos alimenticios de origen animal y aumentar las proporciones de alimentos de origen vegetal en las dietas, en un promedio mundial del 90% de los alimentos consumido.
  2.  Sustitución de rumiantes ecológicamente ineficientes (por ejemplo, ganado vacuno, caprino, ovino) y carne de animales silvestres por monogástricos (por ejemplo, aves de corral, cerdos),
  3. Integrar acuicultura y otras fuentes de proteínas más eficientes.
  4. Apartar de la producción ganadera los sistemas basados en combustibles fósiles intensivos de un solo producto.

Según el estudio, tales esfuerzos, y la reducción de consumo de carne, producirían impactos positivos en la salud humana.

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria recomienda comer entre 200 y 500 gramos semanales de carne —la OMS aconseja no superar los 500 gramos—, pero el consumo medio en España es de más de un kilo, y que este consumo excesivo ha producido un aumento de enfermedades cardiovasculares.

En contra, los ganaderos responden que España es el país más saludable del mundo según el ranking de Bloomberg y el país con más esperanza de vida del mundo, según The Lancet.

La «Guerra por la carne», acaba de comenzar.

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